Estoy en el aeropuerto. A las 15:10 sale mi vuelo, y antes de partir quería terminar de escribir esta entrada para la bitácora. Seba, mi compañero, ya ha tenido suficiente paciencia, pues debí habérsela enviado hace unos días.
Estoy a punto de iniciar una nueva travesía y me siento inspirada para narrarles lo que fue mi primera semana en Caldera. Ya había hecho varios intentos por comenzar este texto, pero mi cabeza y las cosas que tenía pendientes no me daban respiro. Ahora si que sí.
El puerto de Caldera no me era desconocido, justamente este verano estuvimos disfrutando del norte. Pasamos por Chañaral de Aceituno, donde tuvimos un maravilloso encuentro con una ballena, delfines, lobos de mar y hasta un pequeño y curioso chungungo que se asomó a saludar. De Caldera conocía sus playas, la Brava y la Copiapina, el centro, la plaza, etc. Pero lo que me era ajeno era su comunidad. Los Calderinos, tanto los nacidos como los que se hicieron en el camino.
En la semana que estuve en Caldera, descubrí una comunidad organizada, motivada, tanto los adultos como los jóvenes. Como santiaguina, procedente de un barrio donde jamás vi una sede vecinal activa, todo este sistema de organización comunitaria me hizo reflexionar sobre la forma en que nos relacionamos como seres sociales. Más bien me pregunto ¿qué pasó en estos años, que cada vez nos comunicamos menos y casi ni miramos al que está al lado nuestro? ¿De dónde viene este ensimismamiento? ¿Cuándo olvidamos que unidos podemos generar cambios?
Fue una semana intensa, con muchas emociones, de conocer y compartir. Partimos la semana con la primera reunión para la actualización del Plan Municipal de Cultura, Alejandra Guajardo, la encargada de Cultura del Municipio, nos presentó ante los asistentes, quienes nos recibieron con cariño.
El martes 07 de noviembre nos tocó participar de una asamblea ciudadana sobre un proyecto que destruirá un ecosistema único, un pequeño tesoro de la naturaleza que, lamentablemente, descubrió el hombre y que está a punto de conseguir exterminarlo. Estuvimos varias horas en esta reunión, y solo puedo decir que al final, la rabia y la angustia se apropiaron de mi sentir.
Para cerrar, quiero mencionar un recuerdo de la segunda sesión del taller “DialogArte”, al que fuimos invitados por los chicos de Servicio País, y que fue dictado por Sergio Julio quien, junto a su mini asistente, nos hizo salirnos de nuestra zona de confort (o de mi burbuja) y perder el miedo al ridículo. La actividad logró unirnos y nos hizo trabajar colaborativamente en pos de cumplir un objetivo. De esta experiencia conservo los testimonios de vari@s participantes, acerca de sus vidas y experiencias, sobre la fortaleza de la unión comunitaria, sobre las ganas y curiosidad de escuchar a los “chiquilles” de la Brigada juvenil Harvey Milk, o conocer el trabajo de la agrupación Patitas Felices y la difícil labor de generar conciencia y cultura acerca de la tenencia responsable de los animales (entre caminatas por la ciudad nos encontramos con demasiados perros vagos), y muchas otras cosas más que se convirtieron en aprendizaje y ganas de poder realizar algo significativo durante el proceso de Residencia. Por ello, espero con ansias regresar y seguir sorprendiéndome con esta pequeña pero motivada comunidad, que estoy segura tiene mucho por entregar-me(nos).
por Aurora Rojas