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Residencia: Al Des-borde del Camino Huara, Tarapacá - 2019 Residente: Colectivo Pacto
Publicado: 29 de diciembre de 2019
A contrarreloj

El tiempo es una espiral de viento en la pampa. Y hay que estar dispuesto a enredarse en él, a traspasar ese umbral que gira, a veces, a contrarreloj. El sol está en todos los puntos cardinales derritiendo los segundos, pero podemos burlar su juego cuando las montañas de arena se interponen y el frescor toma el papel protagónico. Nosotros agradecemos el cambio de escena y nos aferramos a la cola del viento para poder volar.

Ni media cuadra nos lleva y ya llegamos a la primera parada, frente a la antigua – hoy, inexistente- estación de trenes que, según nos cuentan, era de madera noble y vendida a un vil precio hace no mucho. Allí encontramos la Farmacia y Droguería Libertad, que exhibe aún algo de su viejo mobiliario, porfiando el tiempo y los vidrios rotos.

Curioso es que a nuestra llegada nos advirtieran que acá “la gente no tiene fotos, no conserva nada” porque inmediatamente, mientras curioseamos la farmacia, se nos acerca Don Roberto a contarnos que, receloso, ha anotado todo lo que se han llevado de ahí; pues la conoce bien ya que él y su familia han sido siempre vecinos de la droguería. Nos invita a su casa y su palabra se atropella para relatar la historia de sus abuelos, sus padres, sus hijos… Imágenes de un corpulento pianista se funden con los cuadros de “recuerdo de mi graduación” de sus nietos, al sonido del nombre de Pinochet y su amistad con los lugareños.

Acá; ayer y hoy, Pinochet se pasea en bermuda, pies descalzos; tranquilo se sienta en la plaza y ofrece la Alcaldía de Huara a sus compinches, conversa con El Tonto Arturo, un joven discapacitado quien, además de sacarle dinero, “era la única persona en Chile que podía llamarlo ‘hueón’, porque si fuera otro, ‘¡pium pium!’. Don Roberto nos cuenta de su gran amigo militar, también de la señora Lucía y sus peripecias por Santiago debido a la enfermedad de su hijo –El Augusto se va a enojar porque no viniste antes– le dijo la esposa del Dictador. Nos relata que “el Augusto” era tan zorro que podía identificar quiénes eran sus detractores, por más que éstos le pidieran sacarse fotos con él y trataran de distraer las sospechas exhibiéndolas en la ventana de sus casas. Tan zorro era que sabía que, si colocaba una estatua de sí mismo al lado de la iglesia -como le sugería Roberto- la gente la destruiría.

Las manecillas vuelven a girar y junto al viento fulguroso, la música de Los Ramblers nos recibe en la casa del adulto mayor. Allí, el club de adultxs mayores “Gigantes de Huara” es un bebé que cumple un año de vida y nos invita a celebrarlo. Paradojas que desmienten que el tiempo es una línea recta encerrado en una circunferencia que puede colgarse en la muñeca. ¿Cómo invitarlo a quedarse a nuestra cena, para volver, venir y dispararse? ¿Cómo materializarlo cuando somos vecinos y testigos de que los objetos pueden ir y venir, o comprarse; como los “señores de Santiago” que cruzan la mitad de Chile para ofrecerles dinero por sus fotografías familiares? Lxs Gigantes de Huara bailan canciones de la Nueva ola y de la Nueva Cumbia chilena en la misma baldosa. Transmiten en vivo por Facebook y registran su momento en digital, incluso nos regalan su momento para capturarlo.  ¿Que la gente no tiene fotos y que no conserva nada?

 

Más bien, creemos, hay que saber palear para encontrar, como el salitre. Remover las arenas del desierto, instintivamente, observando, a tientas, buscando los dónde, los cuándo, los cómo y los por qué… Seguiremos rastreando, arrastradxs por el viento que nos seguirá llevando pero… cuando el sol se esconda y, a veces, a contrarreloj.

 

 

 

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