BitácoraResidencias de arte colaborativo

Residencia: Al Des-borde del Camino Huara, Tarapacá - 2019 Residente: Colectivo Pacto
Publicado: 3 de marzo de 2020
Poniéndole color, capeando el calor.

Los dibujos que la niñez huarina logra en la primera sesión,  hacernos notar las diversas maneras que tienen de relacionarse con su cuerpo, con su imaginación y con lo que les rodea. Con lo que está y lo que quisieran que sucediese; principalmente; que la piscina se mantuviera abierta siempre, ya que aquí es verano todos los días del año. No saben las razones que tienen lxs adultxs para decidir, unilateralmente, cerrarla.

 

Pero por ahora “la abrirán el fin de semana”, se escucha, se dice, se comenta. Algunxs niñxs ven la protesta como una posibilidad ante la decisión municipal. Imaginarios de la revuelta popular hacen ronda alrededor de sus conversaciones mientras trazamos a mano alzada y tizada de colores, lanzándonos junto a Emilia -nuestra ayudanta, estudiante de 4to. medio del Liceo de Huara y talentosa dibujante- al vacío del muro en blanco.

 

Algunxs dicen saber cómo se hace una molotov, otrxs, cómo levantar una barricada. Se encapuchan “para no respirar el spray, tío” y creen engañarnos. Nos piden las latas vacías, seguramente para jugar a rayar los muros de caliche y calamita que aún no se han caído en Huara. Nos cuentan dónde y con quién estaban el 18 de octubre. Cuál fue el actuar de la fuerza pública los días siguientes. Lo que pasó en el Liceo. Los gritos que se aprendieron.

 

Y en eso van apareciendo los cerros de la pampa, la diosa de las aguas libres, las rocas de la cocha, los vegetales de los cultivos de los pueblos del interior. Geoglifos que están o que inventaron para la ocasión. Lxs niñxs pasan lista a los colores, los que están dicen ¡presente! y los que no vinieron, los traemos. ¿Cómo se hace el café?, no me salió el verde agua, tía; ¿quién tiene el amarillo?

 

El muro es largo y alto, pero sus manos chicas y su voluntad gigante todo lo llenan con la velocidad con que se comen las colaciones: jugos, galletas y barras de cereal se funden con pinceles y brochas en la mesa que ya parece un cuadro de pintura contemporánea. Lo mismo en nuestras manos y nuestra ropa.

 

De repente, la pregunta del millón: ¿Podemos bañarnos en la piscina? Y el discurso de aguas libres opera en la práctica, aquí y ahora; desafiando las normas de adultxs que no entienden que lxs niñxs capean el calor y la falta de diversión en este; que es su lugar favorito porque es moderno, porque es gratis, porque se encuentran, juegan, conversan y se tiran piqueros que bautizan ellxs mismxs: el superman, el americano, el guarisapo, la bombita, el espaldazo… ¿Cómo negarnos? Llegamos a un acuerdo: será luego de terminar la jornada.

 

Y apuran la jornada, pintan rápido y se desvisten rápido porque no hay tiempo que perder. Un, dos y… a las tres ya están debajo del agua. No importa si no hay traje de baño, si no hay toalla ni chalitas. Lo que importa es que pasamos las tardes juntes, entre el arte, entre todos, entre amigxs y el agüita libre.

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