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Residencia: Al Des-borde del Camino Huara, Tarapacá - 2019 Residente: Colectivo Pacto
Publicado: 16 de febrero de 2020
La niña presumida de Tarapacá: Campamento en Pica. Parte II

Segundo día de campamento y la noche iba pesando en los ojos. Compartíamos el liceo con grupos de infancia misionera y scout, que exhibían sus lienzos marcando territorio. Cerca de 250 personas transitaban por el espacio con todo el ruido que eso conlleva, incluyendo el nuestro. Pero arriba el desayuno y manos a la obra, nos tocaba jugar con los niños y niñas en el taller de arte que elaboramos para elles.

 

Colores estelares y la posibilidad de ensuciarse las manos con permiso, fue nuestra carnada. Objetivo: la creación colectiva de un lienzo Ajayu, que era la única agrupación ocupante del liceo que no tenía uno. Manitos chicas y manitos más grandes iban llenando de estrellas la tela azul que representa el manto de La Chinita de la Tirana, Reina del Tamarugal. Luego, los niños iban bordando puntada a puntada, con una paciencia que nos asombró, cada una de sus huellas. Así, fuimos hilando palabras e historias sobre la vida, la pampa, las leyendas…

 

Cuando ya lxs niñxs comenzaron a revolotear, Ajayu les invitó a jugar con agua, a desordenar y ensuciar sus caritas, mientras nosotrxs observábamos con nuestro lente toda esta dinámica Huarina que nos recordó los juegos en la piscina de Huara que, por cierto, “es más entretenida que la cocha”.

 

El sol de Pica fue cayendo y Ajayu prendió el carbón y adobó la carne para nuestro gran asado nocturno. Mientras eso sucedía, les niñes lxs invitaron a terminar el lienzo- Así, rodillo en mano, fueron convocando a lxs jóvenes de Ajayu a pintar de azul sus manos para estamparlas en la tela, junto al logo de wipala que Pacto había cosido para ellxs. El cometido fue más corto que su sueño y, al terminar el proceso, ellxs aprovecharon los segundos para pedirnos las cámaras y las grabadoras para registrar el momento de manera autónoma. Aquello, nos demostró que lxs pequeñxs periodistas ya tenían roles naturales tanto para preguntar como para grabar y fotografiar, con un ojo tan avezado como sus movimientos. Tan desatada estaba ya su creatividad, que incluso desafiaron la binaridad de los géneros  y jugaron a disfrazarse con faldas, cintillos, petos, tacos, short y camisas; perturbando un poco a quienes observaron con ojos de adultos ese momento de libertad e inocencia, mientras la madrugada apareció ante una parrilla repleta.

 

Tercer día y antes de partir un último juego: Un cierto español roba el tesoro de los Aymaras, quienes deben recuperar lo usurpado planeando una estrategia colectiva contra el invasor. Casi todos son acribillados, incluso un Aymara escurridizo que logró correr un poco más allá. Sin embargo, sigue jugando e impávido responde “es que ahora son los espíritus los que vienen a buscar lo suyo”, tomando el tesoro y ganando el juego. ¡El campamento no pudo tener un mejor final!

 

Al regreso, pasamos a Matilla y, mientras visitábamos el lugar, íbamos mirando en retrospectiva lo vivido, pensando en las puertas que Ajayu nos abrió y el umbral que decidimos cruzar. Nos vamos llenos de admiración por el amor y la voluntad con que estxs jóvenes levantaron para les niñes este campamento. Porque aún cuando hubo factores en contra, supieron sortear las dificultades y llevar a cabo un proceso que, sin duda, fortalece en “las semillas de Huara” el compañerismo, la solidaridad y el amor por sus raíces tarapaqueñas. Volvemos con el corazón repleto de enseñanzas y nuevas amistades. Esperamos ser dignxs de ellas y transmutar en arte y creación todo lo vivido y lo que vendrá.

 

Así, ya con el objetivo cumplido, y la fotografía final con el lienzo creado colectivamente por Ajayu, lxs niñxs y nosotrxs; nos despedimos de Pica, esta ciudad que presume de bella y despliega su verde encanto, como un espejismo o como el “enganche” en tiempos del salitre.  Pero nosotros no caímos en su influjo y le sacamos la lengua… como les niñes, preferimos Huara, sus mil tonos de café y, sobre todo, su piscina libre; sin costo, sin entrada y sin condiciones; en la que podemos capear el calor con agua fría y tirarnos piqueros, bombitas y guatazos sin cuidado y sin adultxs que lo impidan.

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