Todo surgió porque vieron mi ukelele. El día anterior con el grupo de bordado del viernes, doña Flor, luego de contar sus experiencias de vida fantástica, nos invitó a su casa ya que nosotros queríamos guitarrear. Nosotros no sabíamos tocar, así que llamamos a Manuel para que nos enseñara a todxs el sábado.
Ese día nos estacionamos afuera, nos bajamos del auto ansiosos de tocar, de ver a la señora Flor y seguir conociendo sus entretenidas historias. Doña Flor al ver a Manuel con su guitarra, fue corriendo a desempolvar la suya, dejando asomar las grandes ansias que guardaba por aprender a tocar. Tanto ella como doña Trini tuvieron contacto con la música cuando eran jóvenes, pero las circunstancias de la vida y los intereses personales hicieron que no aprendieran más que a mirar mientras sus tíos, tías y primos tocaban.
Luego de un par de horas de guitarreo logramos pocas notas y un par de acordes pero los brazos, muñecas y dedos comenzaron a fatigarse, convirtiéndose en el pago satisfactorio por tanto esfuerzo. Decidimos terminar y sentarnos a comer algo, dándonos un tiempo para conversar. Ellas tan agradecidas como nosotros por el encuentro musical, nos repetían una y otra vez de lo lindo es que no te olviden. “Cuando hay actividades de arte siempre se piensa en los jóvenes y nosotras tenemos que conformarnos siempre con los mismos talleres”. Luego de escuchar estas palabras de doña Flor todxs nos preguntamos cuál es la razón de que nadie apueste por las personas mayores. Al parecer siempre lxs jóvenes son semilleros de la tradición, aquellxs que deben aprender de lxs ancianxs para que las costumbres no se pierdan. La dinámica es simple, de arriba hacia abajo, suponiendo que el arriba es homogéneo, invisibilizando que tal vez Flor no pudo aprender a tocar guitarra por que su mamá no quería que fuera una mujer del bar o que Trini siempre tuvo que preocuparse por la economía de hogar y que a penas pudo se fue a trabajar lejos.
Nunca es tarde para aprender cosas nuevas, para dedicarse a lo que nunca nos hemos atrevido a hacer, o ¿acaso se perderán las tradiciones si doña Flor usa su nuevo ukelele en canto a lo humano?