El pasado lunes comenzaron las grabaciones con las niñas. Todas con personalidad vistosa y una opinión sobre la sequía. La cámara era para ellas una prenda habitual, un lenguaje compartido que les permitía expresar lo que pensaban, una versión poderosa y viral de las conversaciones de sobremesa en las que solo pueden escuchar lo que tienen que decir los adultos.
Fue de pronto que dijeron ¡Grábanos! La idea fue espontanea, ya habíamos conversado un par de veces sobre la sequía, pero hasta ese entonces Tik Tok había sido mi competidor desleal para mantener su atención. De forma rápida me sumé a esta idea, desechando mis prejuicios de la generación pasada sobre el supuesto aislamiento de la zona “rural”. Con un conocimiento preciso sobre pixeles y apertura de lente ellas concluyeron que la mejor opción era mi cámara. La oportunidad era fabulosa, ellas dirigían el video y yo era su camarógrafo, aportando con lo que sé, ayudando a resaltar el carisma de estos nuevos rostros nativos digitales que se preocupan por los problemas de nivel global.
Así que comenzó el registro de audio y video, voces llenas de astucia que narran sobre un río saqueado y niños jugando a marchar.