Eran las 9:30 de la mañana y un bus esperaba en el frontis de la Municipalidad. Bolsos, coordinaciones de último minuto, holas y adioses, bultos, muchos bultos y claro, expectativas… Era el tan esperado Campamento Ajayu que dio comienzo a los 3 días que compartimos junto a ellxs y lxs niños y niñas de Huara en Pica.
Los variopintos tonos de café que pincelan la pampa corrían veloces por nuestras ventanas, mientras repartíamos colaciones porque guatita llena es corazón contento. Tanto, que los chistes sobre “un perro que se llamaba…” y ”qué le dijo un…” amenizaron gratamente el viaje e inundaron de risa el silencio del desierto. Los café, repentinamente, transmutaron en verde y el oasis de Pica rompió el horizonte para sorprendernos con un pueblo que, estoicamente, vive donde dicen que la vida no es posible y existe aunque los jotes le revoloteen encima esperando que caiga muerta para devorarla.
Los Bomberos nos surtieron colchones y el Liceo de Pica fue nuestra central de operaciones. Dos salas, una cocinilla, un balón de gas, cada uno con su plato ¡y empezó la diversión! ¿Están listos para irnos a la cocha? ¡Vamos! Porque aquí la palabra “terma” carece de significado, en uno de los pocos round que la colonización perdió frente a la cultura Aymara, aunque la tensión siempre opera: Niñes, ¿por qué hay en todos lados esa bandera de cuadritos de colores? Ah, sí tía, es la bandera mapuche; no tía, es de los Aymara que hubo aquí, pero ya se extinguieron. No tía, es la wipala que traen de Bolivia para que crean que somos bolivianos.
La cocha hervía de temperatura y de gente. La burocracia de lxs adultxs y la poca conciencia sobre las aguas libres y el derecho de acceso al patrimonio natural nos jugó una mala pasada, mientras arriba quemaba el sol y le achicharraba el cerebro a la administradora del lugar que no supo comprender que, si alguien tiene derecho a entrar, no son los turistas y sus cuatro mil pesos sino lxs niñxs y, sobre todx, estxs niños y niñas; que son de acá y están en su tierra. Por eso y otras razones no nos gustó la cocha. Peeeero, sí nos gustó el juego, los globos con harina, las dinámicas para conocernos, la pelota, el asado… otras formas de habitar-nos y compartir que son posibles, porque lxs niños y niñas están llenxs de energía y de ideas.
Llevamos nuestras herramientas de registro para jugar a los “Pequeños periodistas”; una deriva por Pica para conocer y registrar las miradas de la niñez respecto a lo valioso. Cámara y grabadora en mano se lanzaron y, de a poco, fueron organizándose para fotografiar, entrevistar y registrar audio. A través de las preguntas que le hacían a la gente, íbamos descubriendo lo que ellos querías saber, lo que les interesaba. Algo en particular nos llamó la atención: cuando un señor les pidió recomendaciones de atractivo turístico para visitar en Huara, todxs contestan, gritando y al unísono: “¡La piscina!”. Poco nombraron las salitreras, nada de los geoglifos ni de los edificios antiguos que tanto parecen importar a lxs adultxs.
Pasados los días, ya eran expertxs fotógrafos e incisivos “preguntadores”. A cada momento querían utilizar las herramientas y deseosos quedaron por revisar todo lo descubierto y recopilado.
Una buena idea para disfrutar con ellxs en una nueva instancia…