Esa noche de verano, mientras los murciélagos pasaban de vez en cuando, el fútbol reunió una vez más a la comunidad en el campo de juego.
Estaba en la multicancha y me puse a conversar con Manuel, dándome cuenta que ambos compartimos la preocupación por la baja participación de los jóvenes en actividades comunitarias. Preguntando sobre intereses artísticos de los jóvenes él me dijo que el canto era una buena opción ya que la zona está llena de voces. Yo ya estaba enterado de esto, pero mi último intento infructuoso por reunir un grupo de canto hacía que lo oyera con un poco desconfianza. Manuel intentando cambiar mi ánimo se apresuró en decir que uno de los asistentes del público era cantante, miembro de un dueto de gemelos que cantan rancheras. Fuimos hasta él y Manuel me lo presentó y pese a que no teníamos tanta claridad sobre lo que significaba este encuentro propusimos colaborar y acordamos reunirnos con su hermano. Hablamos solo un poco más, no podíamos presionar la conversación, su atención estaba en la cancha.
Él se fue y yo me quedé mirando tras la reja de la cancha. Nunca fui un hombre de deportes pero me hipnotizó por el vaivén balístico de la pelota, impresionado por la transpiración de los chicos acentuada por la luz que llegaba potente desde los focos halógenos. Entonces me quedé pegado, viendo este efecto, viendo a tanto chico enjaulado, dándolo todo en un partido solo para hacer feliz a la comunidad. Me di cuenta que el valor del deporte, específicamente del fútbol, es potente a la hora de hacer comunidad.
En eso se me acercó alguien y me tocó el hombro, era don Juan a quien no conocía mucho pero sabía que era el Presidente del Club Deportivo del sector. Comenzamos a conversar y me dijo que hace siete años que no se hacía la semana cabañina. Miramos juntos alrededor y el señor me comentó que le gustaría que los chicos participaran más, que no solo jueguen a la pelota. Ahí le dije que por algo se empieza, que de a poco los jóvenes, niños y adultos se darán cuenta de la importancia de la actividad social, de reunirse y conocerse. Sin embargo, miré hacia la pista deportiva y, al ver tanta juventud como espectador alentando a sus amigos, me pregunté ¿Dónde están los mismos jugadores pero con sintonía artística? ¿Dónde están los creadores de contenido? ¿Y Cuántos de los que juegan a la pelota están interesados en la balística de un balón artístico?
Le pregunté entonces a don Juan que qué creía que faltaba, él me contestó que no sabía y que ya ha hecho de todo para incentivar a los chicos en otras actividades. “Son jóvenes talentosos y prometedores como jugadores de fútbol, pero que solo queda en la cancha, muchos trabajan, crecieron con la admiración por el fútbol pero no con una cultura artística, porque de hecho tampoco llega el arte por estos lados”. Le comenté que me gustaría que los chicos participaran en actividades artísticas y le pedí consejos para lograr que los jóvenes participen en las residencias. Él entonces me dio la idea de traer unas cartulinas y unos tarros de pintura y hacer que los chicos pinten algo relacionado al fútbol. Me mencionó también que podría mostrar películas relacionadas al fútbol. Yo me quedé pensando y, no muy convencido de sus propuestas, miré a don Juan y le pregunté ¿Realmente cree que los chicos quieran hacer lo que usted me está diciendo? A lo que desilusionado me respondió con un rotundo no, que para qué me va a mentir, si ha probado de todo con los chicos y no se motivan a hacer otras actividades.
Reflexioné entonces dos cosas. La primera es que están resurgiendo las voces: que hay gente que quiere hacer cosas, que al menos hacer la semana cabañina es el primer paso para un encuentro comunitario permanente, que hay chicos escondidos todavía en las casas y en la rutina pero que están asomándose por sus ventanas, a medio abrir la cortina, para ver con curiosidad qué es lo que está ocurriendo realmente en La Cabaña, qué es lo que están haciendo sus amigos, abriéndose una convocatoria a participar después de siete años. Sin embargo, la segunda cosa es que a la hora de hablar de fútbol no hay manera de enfocar el arte en él ya que ambas son dos propuestas culturales totalmente distintas: una es deporte y la otra es arte, resurgiendo en la primera sus voces en la participación activa como lo es la asistencia a un campeonato de fútbol, y en la segunda el atrevimiento a participar con su voz por ejemplo en el canto. Dos caminos colaborativos pero con marcadas diferencias y determinaciones las cuales no se pueden juntar, como concluimos con don Juan.