Mientras tod@s estaban atent@s a mi caja de costura improvisada, inicié el taller de bordados junto a l@s vecin@s que podían el día lunes. Uno a uno fui presentando los materiales: bastidor, agujas, hilo y tijeras, objetos que nos recuerdan una época lejana, época en que fueron protagonistas y prisión para muchas mujeres. Uno a uno fui presentando los materiales que pronto serán parte de nuestros dedos.
El segundo día vuelvo sin miedo a los camarines de la cancha -mi salón de clase improvisado- para dar inicio con l@s del día martes. Éramos más de 25 y pese a la sorprendente asistencia logramos formar un lindo grupo con ganas de seguir aprendiendo.
Las primeras puntadas fueron difíciles. Algunas recordaban a las monjas que las obligaban por horas a estar sentadas y otras temerosas luchabas por no acabar enredadas. A pesar de ser much@s de a poco fuimos comprendiéndonos, pasando de puntadas a puntos, siguiendo el hilo.