Llegar portando las imágenes de una revuelta popular en Lo Hermida, en todo Santiago y en tantos lugares donde la gente dijo “basta!”; donde la represión salió a las calles a dañar tantos ojos abiertos, a matar la dignidad y a encarcelar la rebeldía; es una paradoja inimaginable. Llegar a Huara, donde esta historia ya fue contada tantas veces, es un juego macabro de la memoria por hacernos virar en esta esquina, nuevamente.
Octubre -el de verdad- nos esperaba en la pampa, al pie de la tumba de los caídos en el enfrentamiento de Marussia y en la Escuela Santa María, susurrándonos canciones de dolores y luces de antaño. Arriba quemando el sol y nadie esperando esta rebelión. Así, en verbo transitivo, porque está durando tantos meses. Octubre está siendo tan largo…
Llegamos a Iquique en diciembre -que es octubre- y encontrarnos con rayados y consignas cubiertos de pintura nueva para que nadie recuerde lo que ahí pasó, nos hace pensar; inevitablemente; en esos años en que obreros y obreras, niños y niñas padecían un sistema que los oprimía, que los trataba como esclavos, mientras unos pocos se enriquecían. Para ellxs sí fue diciembre cuando bajaron de las oficinas salitreras, llenos de rabia y de sueños, a exigir su derecho a vivir dignamente. El final de esta historia aún se cuenta en nuestro Octubre eterno.
Sin embargo, el pisar Huara y oír el silbido del viento entre los cabellos, tocar con los dedos este silencio ancho y arenoso, observar las casas destellantes de luces navideñas; fue un súbito golpe de calendario en la cara. Acá sí es diciembre, sí es navidad… si ese oasis que creíamos solo posible en la imaginación mentirosa de los políticos tenía un lugar “ese era Huara” como nos comentó alguien, medio en broma, medio en serio. Pareciese que acá no pasó nada, acá no hubo revuelta, acá esta todo calmo… acá sopla normalidad…
Pero no. Sabemos que aquí sucedió, aquí pasó antes, aquí borraron las memorias de Marussia, de la Coruña, de Santiago y tantas oficinas salitreras; así como lo hicieron con la pintura en los muros que tapan las consignas en Iquique. Acá el silencio grita el pasado que quieren hacernos olvidar; pero el viento lo vuelve al presente, porque “la historia que han escuchado, de nuevo sucederá” como versaba la cantata. Entonces bajamos una y otra vez de las oficinas salitreras para reclamar nuestros derechos y; una y otra vez; nos espera algún Silva Renard para dañar ojos abiertos, matar la dignidad y encarcelar la rebeldía.
Rivera Letelier dice que es un convencido de que “estamos hechos nada más que de pasado, no de presente, no de futuro”. Entonces recordar y re-cordar que somos constructores y constructoras de esas memorias, no olvidar, resignificar, será siempre el viento rebelde que repite la lección, a ver si algún día la aprendemos y sea octubre hoy, octubre mañana, octubre toda semana.