Cómo enviudar a los 38 años y criar diez hij@s
Ayer martes fuimos, con Aurora, a Rancagua y tuvimos nuestra presentación formal y una primera reunión con Daniela, la encargada del programa Red Cultura en la Región de O’higgins, y con la señora Lucía Múñoz Sandoval, la Seremi de Cultura. Luego de contarles un poco sobre lo que hemos estado realizando en Pumanque y Colhue y cómo nos hemos podido vincular con la comunidad, nos fuimos a almorzar a un restaurante. Allí, más distendidos, hablamos sobre nuestros proyectos más íntimos y sobre nuestra mirada personal acerca de los fondos y el acceso a la cultura en regiones.
Al día siguiente (o sea, hoy miércoles por la tarde), Aurora y yo nos reunimos con Macarena. Quedamos en ir a casa de su abuela Pabla, una de las mujeres más longevas de la localidad, para conocerla y que nos cuente un poco sobre su vida en Colhue.
Nos recibe Paulina, una de sus hijas menores. También nos reciben Rex y Jack, una pareja de perros un tanto intimidantes, que son los actuales guardianes del florido patio trasero de la casa. En la cocina nos encontramos a la abuela, muy entretenida, hilando lana en su huso. Las mujeres de la familia aprovechan de charlar y ponerse al día con las noticias. Al cabo de un rato, llega la señora “Lucha” a ayudar a la abuela con el hilado, mientras esta empieza a narrarnos parte de su historia.
Lo primero que nos cuenta es sobre la vida que tenía en el fundo de su antiguo patrón. Luego nos habla sobre su marido y su viudez temprana. Tenía, apenas, 38 años cuando su esposo fue muerto por un cáncer y tuvo que hacerse cargo de la mantención y la crianza, en solitario, de diez hijos. Nos cuenta cómo, a “puro ñeque” y trabajo, logró obtener la casa donde ahora vive. Y a los desastres a los que le tocó sobreponerse luego de un incendio que, en el año 2007, le incineró hasta los recuerdos y el posterior terremoto del año 2010, que volvió a echarle abajo su vivienda. También nos habla de una hija y un hijo fallecidos, y del dolor que eso significa para una madre. Y termina contándonos cosas más alegres y presumiendo sobre los talentos de sus bisnietas.
Mientras nos habla, yo pienso en mi bisabuela “Eufemia” e imagino a la abuelita Pabla (o Paula) durante su día en día: hilando, barriendo, alimentando sus gallinas, regando sus plantas, alegando con los perros, charlando con don Rogelio (vecino que está a punto de cumplir 100 años), tocando la guitarra, cantando a lo humano y a lo divino, rezándole a la virgen del Carmen y siendo regañada por su hija porque deja los platos de la cocina encendidos.
Durante la once, con huevitos de campo a la paila incluidos, seguimos conversando de la vida, mientras Aurora se anima a tomarle un par de fotografías a la abuela. Ya cuando el sol casi se ponía por completo, nos despedimos y acordamos una posterior visita, con la promesa de que, en la siguiente ocasión, nos pueda cantar y tocar la guitarra.
Mientras caminábamos de regreso, conversamos con Macarena acerca de su relación con su abuela. En mi cabeza, me surgen algunas ideas para comentarle, pero me muerdo la lengua y prefiero no adelantar nada hasta no tener la certeza de cuál es el proyecto que la comunidad quiere levantar. La muchacha nos lleva de regreso a Pumanque y nos despedimos hasta el día siguiente, pues iremos juntos a una de las actividades del aniversario de la comuna.
Para el final del día, mientras buscábamos una película en la plataforma de Netflix, continuamos conversando sobre la abuelita Pabla. Aurora me dice que también le recordó bastante a su abuela. Quizá eso se deba a que, como escribió Romeo Murga: “cuando seamos viejos, todo este amor inmenso se irá por los caminos y brotará en los huertos”. O tal vez, porque como dice un amigo de la Provincia de Santa Cruz, allá en la Patagonia Argentina: “Mal que mal, a todos nos va a llegar. A vos también te va a llegar. O te creés que no”. La cosa es que, después de haber vivido noventa años y haber parido y criado diez hijos, habría que “darse con una roca en los dientes” y agradecer, como lo hace la abuelita Pabla, por tener su lucidez y vitalidad.