BitácoraResidencias de arte colaborativo

Residencia: Colhue, una nueva mirada Pumanque - Colhue, O'Higgins - 2019 Residente: Sebastián Andrés Vidal Campos
Publicado: 17 de enero de 2020
Libro escrito a máquina

Antiguo y lejano, como los cóndores que habitaron Pumanque

Pese a que no era lo que esperábamos como lugar para vivir, hemos tratado de adaptarnos de la mejor forma posible al espacio que nos tocó habitar. Y en medio de todo el ajetreo que nos significó traer cosas desde Santiago, hoy viernes ya cumplimos nuestra segunda semana oficial en la comuna.

Aún no hemos podido coordinar una reunión con la encargada de cultura, y para no pasar a llevar los “protocolos” y generar algún malentendido, nos hemos limitado a conversaciones informales con distintas personas del lugar: Kathy, la dueña del Restaurant “El Mestizo”; Don Checho y Doña Juana, matrimonio que atiende el restaurant donde voy a mirar el fútbol; don Javier, don Romelio, don Reinaldo, los parraquianos del local donde voy a mirar el fútbol; Rosita, nuestra casera; don Rogelio, el dueño del almacén; Daniela, la bibliotecaria, etc.

 

En esta última me voy a detener, ya que esta mañana volvimos a ir a la biblioteca. Según yo, sitio obligado para visitar cuando se llega a un lugar nuevo. Decidimos volver a conversar con ella, sin mediar previo aviso, porque durante el año que viví en un apartado poblado de la región de Magallanes y la Antártica Chilena, la señora Ivonne, la encargada de la Biblioteca Pública Nº 16 de Cerro Castillo, fue una de mis grandes amigas y aliadas. Así que, considerando las características del poblado de Pumanque, con Aurora creemos que Daniela también podría convertirse en una gran colaboradora para nuestro proyecto.

 

Hace dos días hablamos del terremoto y los incendios que afectaron la zona. Hoy conversamos sobre las Residencias de Arte Colaborativo y terminamos hablando del monumento a Pinochet (tema recurrente en nuestras conversaciones con la gente del lugar). Entretanto, como un niño con juguete nuevo, me paseé por los estantes llenos de libros. Me sorprendió leer, en un lugar como Pumanque, títulos de Gabriel Salazar, Manuel Rojas, Roberto Bolaño, Álvaro Bisama y Alejandro Zambra. Por lo que aprovecho de utilizar mi inscripción en la DIBAM y me llevo los libros “El Brujo” y “Facsímil”. En tanto, Aurora se lleva “Háblame de amores” de Pedro Lemebel. Luego “echamos un ojo” a la bibliografía local. Un libro sobre el teñido de lanas, un libro de cuentos escritos por niños pumanquinos y un libro de Pumanque post terremoto del 27 de febrero del 2010. No puedo negar que me dio un poco de pena ver que tantas casas patrimoniales, con hermosos corredores de corte colonial, quedaron completamente destruidas. Hace dos días también hablábamos con Daniela de lo cerca que estuvieron del pueblo las llamas del incendio del 2017: “La tercera será la vencida”, nos dice augurando nuevas desgracias. Luego le preguntamos sobre el monolito de la Plaza de Armas que describe a Pumanque como “Tierra de cóndores” y si acaso tiene algún libro que narre la historia del asentamiento. Como comuna nace el año 1903 (lo vi en la placa a la entrada del edificio municipal), pero claramente la historia del lugar se remonta al siglo XIX o incluso antes. Así lo respalda la estatua de Manuel Rodríguez junto a Francisca Segura, la pareja del prócer guerrillero asesinado en Til-Til, que hay a la salida/entrada del pueblo. Y la historia/no oficial dice que aquí nació el único heredero del “Húsar de la muerte”.

 

Daniela revuelve la biblioteca buscando un libro que todos los interesados en la historia del poblado quieren obtener. Al cabo de unos minutos lo encuentra y me lo extiende, diciéndome que es el único ejemplar. Se trata de un libro viejo y escrito a máquina. A juzgar por el olor a lignina y el tipo de encuadernación, podría decir que es un libro publicado en los años cincuenta. Este contiene la historia completa del poblado. Lo hojeo brevemente y me detengo en algunos párrafos que hablan sobre el origen del nombre Pumanque: del mapudungún “pu” que indica pluralidad y “mañke” cóndor. Es decir, “cóndores”. Y es que, antes de ser un asentamiento de hombres, el Valle de Colchagua estuvo habitado por estas maravillosas aves. Sin embargo, la presencia humana las obligó a marcharse hacia otras latitudes, y hoy solo queda su nombre: “el que nos remite a una presencia lejana y antigua”.

 

Pd. (Aprovecharé de contar esta anécdota):

 

Aurora y yo nos marchamos con algunos libros debajo del brazo. Pero antes, Daniela nos comenta que, a partir de la otra semana, la biblioteca se trasladará a la piscina municipal por las tardes. Y agrega, en tono de broma, que una vecina piensa que soy “rati”, “tira”, “detective”, o algo por el estilo. Por un lado, porque hago muchas preguntas, y, por otro, porque voy a la cantina de “Don Checho” a compartir con los parroquianos de una forma callada y observadora, situación que a ella le genera sospechas. Dicotomías de la vida. El año pasado en Caldera, los prejuicios me tildaron de “hispter y cuico”, por mi formación académica y mi vestimenta. Hoy, una pumanquina, asevera que soy un “topo” de la PDI. Al parecer muchos secretos se esconden detrás de la apacible vida campesina del lugar: “en todos lados se cuecen habas”, diría un viejo conocido. Aurora y yo nos reímos: pero en el fondo no me causa mucha gracia la comparación. Por el képi que llevo en mi cabeza para cubrirme del sol, pensé que podrían tildarme de comunista/terrorista/revolucionario, pero nunca imaginé que alguien fuese a pensar o imaginarme como un detective, a menos que fuese atravesando el Desierto de Sonora en el asiento trasero de un automóvil alquilado, junto a los poetas “real visceralistas” Ulises Lima y Arturo Belano.

 

 

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