BitácoraResidencias de arte colaborativo

Residencia: Colhue, una nueva mirada Pumanque - Colhue, O'Higgins - 2019 Residente: Sebastián Andrés Vidal Campos
Publicado: 5 de febrero de 2020
Territorio Colhuino, primeros acercamientos a un proyecto colaborativo

Luego de asistir a dos funerales en tres días, regresé a Pumanque. Durante las poco más de 4 horas de viaje, pienso en las difuntas, a quienes casi no conocía. Y pregunto: Por qué ir a un entierro de alguien que casi no fue parte de tu vida, más allá del “parentesco obligatorio”. Primero, en el Parque Santiago, fui al entierro de la señora Verónica, madre de mi “tía Sandra”, cuyo parentesco es la amistad que mi madre tiene con ella y su familia. Y, a ciento doce kilómetros al norte de allí, dos días después, fui al entierro de la tía Ana, la hermana de mi “Tata Pato”, quien también murió hace algunos años. Decidí ir hasta la V Región, más que nada para acompañar al tío Felipe, familiar muy cercano a nosotros, quien ha perdido a cuatro de sus hermanos en los últimos tres años. También aproveché el viaje para pasear por Valparaíso. Y como casi siempre, me atoró un poco la nostalgia. Saqué la cuenta y ya han pasado siete años desde que emigré del puerto. Durante la tarde, visité a un amigo que no veía desde hace dos años. Dudé en hacerlo, debido al poco tiempo del que disponía, pero finalmente me animé. Le comenté acerca de las Residencias de Arte Colaborativo y sobre algunos proyectos que estoy llevando a cabo. Pese a lo corto de la visita, nos despedimos con un fuerte abrazo. Quería quedarme, pero al día siguiente debía viajar, a primera hora, de regreso a Pumanque.

 

A eso de las dos de la tarde, luego de poco más de 4 horas de viaje desde Santiago, llegué de vuelta al poblado. Aurora ya está habitando la casa nueva. Evidentemente, encontramos un lugar mucho mejor, para vivir estos meses. Las paredes de adobe dan frescor, la luz de las ventanas irradia una buena energía y contamos con la compañía, ocasional, de varios(a) amigos(a) caninos(a): Baco, Lulú, Sonrisa, Theo y Tonka.

 

Pasando a otro tema, hoy es nuestra segunda “reunión oficial” con la comunidad de Colhue. En la primera jornada, sentimos que había un cierto grado de interés por parte de los y las asistentes, pese a que no se entendiera mucho en qué consistía el proyecto que veníamos a exponer (y es que casi siempre la gente necesita de cosas concretas).

 

Para una segunda ocasión, la idea era juntarnos a compartir una once. Y de las doce personas que asistieron a la reunión anterior, esta vez solo llegaron cinco. Dos de ellas se habían tomado unos días de vacaciones, así que “volverían” en una instancia posterior. Las otras cinco, evidentemente, no se entusiasmaron con nuestra propuesta/presencia en el territorio. Difícil misión nos toca. Pero como no todo es tan malo, se nos sumaron dos personas nuevas a la jornada.

 

Mientras compartíamos la once, retomamos la conversación de la semana anterior. Después de la charla de casi dos horas, y pese a la insistencia de los y las presentes en qué definiésemos lo que pensamos hacer en el territorio (un libro, un vídeo, etc), creemos que quedó un poquito más claro el sentido de las Residencias de Arte Colaborativo, y la idea de desarrollar un proyecto, que releve el proceso de construcción y colaboración, más que el resultado de una “obra o producto” en sí.

 

Macarena, la profesora de Educación Diferencial de la Escuela de Pumanque, a pesar de no estar segura de lo que va a decir, nos cuenta que, al escuchar todo lo que se ha conversado durante la once, piensa en una especie de instalación/mural, a la entrada de la localidad de Colhue, que represente la identidad del territorio. Rosa Elena, profesora de historia en una escuela rural de la comuna Peralillo, nos sugiere realizar un rescate de la memoria colhuina y le entusiasma la idea de plasmarla en una especie de libro y/o vídeo. También se habla de realizar un monumento propio, como el que tiene Pinochet a la entrada de Pumanque. Y, a modo de chiste, les hablo de la cantidad de cemento que necesitaríamos, arguyendo que nos saldría bastante costoso. Además, se vuelve a reiterar la idea de acercarse a los habitantes más longevos de la comuna, como el ya mencionado “Don Rogelio”, quien se encuentra próximo a cumplir un centenario de vida.

 

También durante la jornada, Claudia (la dirigente de la Junta de Vecinos) utiliza un término que llama mucho nuestra atención: “Mingaco”, que sería algo así como las “Mingas” chilotas y nos cuenta que, antiguamente, se realizaban seguido en la zona, en especial, en la época de “Trillas”, en que cada familia se ayudaba entre sí en las faenas campesinas y se hacían comidas en las que todos y todas colaboraban y participaban. Me quedo un largo rato pensando en ello y se me vienen algunas ideas a la cabeza. Las medito hasta que alguien me interrumpe y me devuelve el chiste acerca de los kilos de cemento que, a juzgar por mi silencio y debido al alto costo, me habían dejado bastante preocupado. Les comento que, en verdad, me había quedo pensando en “los mingacos”. Y, entre todos, se sugiere la idea de realizar uno.

 

Para cerrar la reunión, quedamos de vernos/juntarnos, el viernes siguiente, en la misa de aniversario de don Francisco Argomedo, antiguo líder dirigencial de Colhue. Pero antes, se propone realizar una visita domiciliaria a don Rogelio, el hombre más anciano de la localidad.

 

Con Aurora, pese a que hubo personas que prefirieron desertar tempranamente de formar parte de este proyecto colaborativo, nos vamos de vuelta a Pumanque con una sensación de conformidad y muy motivados por estas primeras propuestas e ideas que surgieron por parte de la comunidad.

 

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