Convocadxs muy temprano a ser parte de una prueba de trecking, caminamos un trayecto.
Como una sincronía, nos encontramos con Triara, y al momento, con Manu. Dos de tres de lxs convocantes.
Ya estábamos en el humedal con lxs demás participantes. Hicimos migas con lxs del CEAZA y nos reencontramos con una vecina llanera-iquiqueña.
Cuatro estaciones nos permitían conocer y admirar el lugar. La diversidad del medio ambiente y los comentarios acerca de la historia de la zona, nos hacía tener más dudas que claridad.
Volvíamos a caminar, observar desde distintos sitios y apreciar las tantas capas ecológicas que brotaban de/por todas partes.
Nos fuimos y volvimos. Estábamos invitadxs a tomar once al domo de la familia de Almendra, Belén, Natalia, y como buenas mujeres, conversamos de todo. Supimos de sobrevivencias y resistencias.
Las palabras y sus reflexiones nos llevaron a la noche. Volvimos a caminar hasta la ruta, a un paso rápido, casi saltado. Podía venir el puma en nuestros sueños…
Pero el paso alzado no consiguió acotar las distancias entre esa parada y nuestro destino. El tiempo seguía y tuvimos que volver a caminar, rápido para disminuir esas distancias y ese tiempo. (Velocidad – tiempo – distancia). Algo así.
Cuando ya teníamos asumida la aventura pero no lo que quedaba de distancia, se detuvo Carlos Flores. Era pescador. Ese oficio que andamos siempre buscando…