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Residencia: Colhue, una nueva mirada Pumanque - Colhue, O'Higgins - 2019 Residente: Sebastián Andrés Vidal Campos
Publicado: 29 de enero de 2020
Atardecer Rojizo

Primer encuentro con la comunidad colhuina

 

Han pasado casi tres semanas desde que llegamos a la zona. A pesar de que todo va un poco lento, sentimos que va fluyendo por buen camino. Yo creo que la gente ya nos conoce mucho más, incluso aquellas personas del pueblo con las que ni siquiera hemos cruzado una palabra creo que saben de nuestra presencia. Asumo que ya no piensan que soy un “policía de investigaciones”. Y quizá ahora sí piensen que soy un “detective un poco más parecido a los salvajes de R. Bolaño”.

 

La semana pasada nos reunimos con Lorena, la Encargada de Cultura de la comuna, y con Claudia, la Presidenta de la Junta de Vecinos de Colhue. Gracias a esta última, quien se entusiasmó con la idea de nuestra Residencia, logramos coordinar una reunión con parte de la comunidad colhuina. Reconozco que esta etapa siempre me pone un poco nervioso y ansioso. ¿Qué decir para entusiasmar a la comunidad con la idea de realizar un proyecto colaborativo? Y ¿Cómo explicar, sin tanto rodeo, lo que la gente merece y necesitar saber acerca de nosotrxs y nuestra Residencia?

 

Colhue está a solo 5 kms de Pumanque. Aurora insiste en que nos traigamos bicicletas de Santiago. Yo le digo que temo por las curvas y que considero peligrosa la ruta, a pesar de que se supone que, en ese tipo de cosas, siempre he sido un poco temerario. Por ahora, no nos queda más que esperar las micros que van camino a Santa Cruz y que nos dejan en un paradero a la entrada de la localidad de Colhue. Desde allí debemos caminar poco más de un kilómetro por una calle larga, pasando por la Escuela, un par de casas y una viña hasta llegar, finalmente, al Estadio y la sede vecinal.

 

Llegamos un poco antes de las siete de la tarde. Un señor que conducía un vehículo blanco, amablemente y sin que nosotros le hiciéramos “dedo”, nos llevó hasta la sede. En general me gusta caminar, pero habría sido descortés no aceptar un acto de tamaña gentileza.

 

En la sede, ya la mayoría de los asistentes nos esperaba. Muchos no sabían muy bien a qué iban, pero allí estaban y aprovechaban de rendir cuentas alegres tras una actividad que realizaron a través del Municipio.

 

Esperamos un rato a que los últimos que confirmaron su asistencia llegaran y luego iniciamos la jornada con un círculo en el que cada un@ nos presentamos y contamos un poco de nosotr@s. Después de eso, hablamos de la Residencia y de la idea de poder desarrollar un proyecto en conjunto y les mostramos los resultados de algunos proyectos similares en los que habíamos trabajado (en otros territorios), poniendo tilde en que, más allá de los fanzines fotográficos, las cápsulas audiovisuales, los carros alegóricos o los cortometrajes que realizamos con las distintas comunidades, lo principal habían sido los procesos colaborativos y los vínculos que logramos generar con los y las participantes.

 

Como casi siempre, me enredé un poco dando sobre-explicaciones y, a pesar de mis poco más de seis años de experiencia en este tipo de trabajos, soy pésimo con las dinámicas de inicio o “rompe-hielos”, que tanto gustan en contextos como estos y que sirven para liberar el ambiente de tensiones. La reunión/jornada se prolongó por dos horas y para el final, ya un poco menos tímidas, las mujeres (como casi siempre) tomaron la palabra. Gema, Claudia, Ximena, Maribel y Macarena se mostraron muy entusiastas. Esta última, quien además es profesora de la Escuela de Pumanque, al momento de reflexionar sobre todo lo que habíamos conversado en la jornada, pensaba en don Rogelio, un personaje de Colhue al que pronto esperamos poder conocer. Finalmente, acordamos juntarnos a tomar once el próximo miércoles y nos dejaron invitados para la misa de aniversario de la muerte de “Don Francisco”, hermano de uno de los asistentes y gran y querido vecino de la comunidad colhuina.

 

A eso de las nueve de la noche nos vamos de regreso a Pumanque. Claudia se ofrece a llevarnos y, mientras caminamos a buscar el vehículo de nuestra dirigent(a), aprovechamos de tomar fotografías del atardecer.

 

El sol ocultándose en el mar, a unos sesenta kilómetros de aquí, tiñe de colores anaranjado y rojo, como el pecho vivo de las loicas, los cielos de Colhue, mientras las bandadas de tordos, pájaros que en la Patagonia pregonan la nieve, se esconden en los parronales anunciando el final del día.    

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