De charros, rancheras y jinetes
Esta semana se celebró el aniversario de la comuna y, como es habitual en este tipo de lugares, la fiesta se llevó a cabo a punta de rancheras y corridos. La convocatoria fue, principalmente, en la medialuna, recinto que no solo se utiliza para el rodeo, sino que allí también se celebran los conciertos y los bailes.
Durante casi toda la semana hubo números artísticos. Se partió el día martes con una peregrinación hacia la gruta de San Expedito y la posterior presentación del “doble” de Chayanne en la misma gruta; para el día jueves, en la medialuna, se presentó el Charro Morales, cuyo show consiste en cantar mientras cabalga su caballo. También ese día hubo monta de toros, razón por la cual en el lugar no cabía ni un alfiler. Para suerte de Aurora, solo se trataba de “doma” y no de rodeo como tal, ya que ninguno de los dos considera que ese tipo de “prácticas deportivas” (mal reconocidas como deporte nacional) sean muy conscientes del maltrato al que someten a los animales, por tanto, no sabemos si habríamos podido presenciar, más allá de que la comunidad nos haya hecho la invitación, a un “show” de ese tipo. Por lo mismo, cuando temas como ese han surgido en la conversación con las comunidades (y al igual que con la religión y la política), siempre tratamos de ser lo más honestos posible y, sumamente, respetuosos en la forma en que manifestamos nuestra opinión.
Esa noche, mientras veíamos el “espectáculo”, yo hacía un paralelo con las jineteadas de la Patagonia y la famosa “Fiesta a la chilena” que se realiza todos los años en la Villa Cerro Castillo.
Finalmente, el día sábado se presentó el tremendo humorista, ex animador del estelar “Viva el lunes” y rey del chiste corto, Álvaro Salas. Y la culminación de la semana de aniversario estuvo a cargo de la agrupación “La Sonora Dinamita”, o al menos de un brazo de ellos, ya que difícilmente se podía contratar al conjunto original, que es el que tiene millones de reproducciones en “Youtube” y varios discos de oro y platino al son del “mueve tu cucu”.
Aurora y yo asistimos a estas actividades, primeramente, porque se trataba de una instancia en la que podíamos compartir con algunos de los habitantes de Colhue, más específicamente con Claudia, la señora Xime y Macarena, quienes nos invitaron a la jornada y han sido algunas de nuestras grandes colaboradoras y aliadas durante la Residencia; y segundo, porque ello nos sirvió para realizar una suerte de radiografía en torno al “eventismo”, tan presente en el gasto público y en las “políticas culturales” que desarrollan los municipios, a lo largo del país.
Sin embargo, no se piense que, al escribir esto, solo quiero realizar una crítica a la inversión municipal. Al contrario, creo que el corrido y la ranchera son parte fundacional de nuestra inter-cultura y me gusta que ese tipo de expresiones artísticas formen, de algún modo, el carácter y la identidad de un pueblo. Más aún, considerando, la gran influencia que la música azteca ha tenido en Chile, desde el boom del cine mexicano de los años treinta hasta la actualidad, desplegándose por toda la franja de nuestro mapa: rancheros en Copiapó; rancheros en San Bernardo, rancheros en Nueva Imperial, rancheros en Castro, rancheros en Puerto Natales, rancheros en Pumanque y rancheros por todo el país. Para los valdivianos de Sexual Democracia, en las fondas y ramadas de la década de los noventa, lo que más se bailaba era la “guaracha” y, todavía hoy, agrupaciones como “Los Tigres del Norte”, “Bronco” o “Los luceros del valle”, se escuchan en las radios “AM” de cada pueblo que me ha tocado visitar.
¿Será que, sin darnos cuenta, el objetivo de la ranchera es que el mensaje revolucionario de Pancho Villa y el de Emiliano Zapata, siga permaneciendo, a través de un tex-mex, en las manos de cada campesino que labra la tierra?