Paseo por Lolol
El jueves por la tarde, Claudia L. y Pablo, nuestros nuevos amigos y colaboradores en el proyecto, nos invitaron a tomar once a su casa, que está ubicada en sector de la comuna llamado Nilahue Cornejo. La pareja nos pasó a buscar después de almuerzo, y nos llevó a conocer el pueblo vecino de Lolol.
Durante el trayecto, Claudia nos fue contando algunos datos importantes o anecdóticos de cada sector por el que íbamos pasando. En su mayoría, eran campos agrícolas cuyas cosechas se iban al extranjero: vino, aceite de oliva, o frutas de exportación. Llamó mi atención, en particular, un aceite de oliva producido al 100% aquí en Chile, pero que no se comercializaba dentro del país. (Espero, algún día, dejar de sorprenderme con este tipo de prácticas, amparadas en el libre mercado y el crecimiento económico, que son tan comunes y normalizadas en países como el nuestro).
Al llegar a Lolol, dimos una vuelta por las callecitas del pueblo. A Seba y a mí, nos pareció un lugar bastante lindo y amigable. Y nos llamó la atención, los esfuerzos que se han hecho en la localidad, por tratar de conservar la arquitectura típica de la zona (de un gran valor histórico-patrimonial), a pesar de los daños causados por el Terremoto del 2010. Al cabo de un rato y luego de tomarnos un café, hicimos un pequeño recorrido por el Centro Cultural y Cívico de la comuna y reflexionamos sobre los contrastes, en relación al arte y la cultura, que existen en los diferentes municipios, a lo largo de Chile, en los que hemos tenido la posibilidad de trabajar y desarrollar proyectos como estos.
Después de la charla, fuimos a la ferretería (la más grande en los alrededores) a cotizar precios y revisar el el stock de algunos materiales que necesitaremos para el proyecto. Luego tomamos rumbo a Nilahue Cornejo a la casa de nuestros amigos. Allí nos esperaban los padres de Claudia para tomar el té.
Durante la sobremesa, además de conversar sobre la nueva vida de esta familia de santiaguinos que emigró hace más de tres años de la capital, aprovechamos de cerrar algunos temas respecto al proyecto, pues Claudia, como artesana y habitante de la comuna, va a ser guía y colaboradora de nuestro grupo. Finalmente, a eso de las 10 de la noche, nos vinimos de regreso a Pumanque, con lechuga, tomates y un vino de regalo.
En busca de piedras para la patagua
Hoy sábado, fuimos con Claudita a buscar piedras para la Patagua que vamos a construir. Nos internamos en el valle y llegamos hasta el sector antiguo de Colhue, a los terrenos que antes eran parte del fundo donde se inicia el poblado. Hoy en día, sólo vive una familia allí; una madre con su hijo adulto.
El camino era de tierra, estrecho y estaba rodeado de espinos. Luego de varias curvas, entre subidas y bajadas, llegamos a una especie de valle. En ese lugar, nos encontramos con “La Patagua”, un árbol imponente y majestuoso, tanto por su tamaño como por la forma de su tronco y sus ramas. Claudia me contó cómo eran las reuniones que se hacían antiguamente, y cómo la gente se reunía alrededor de este tremendo árbol, que acogía a grandes y chicos cuando se realizaban fiestas o actividades, como la trilla, en la localidad. Me contaba Claudia que: a la sombra del árbol se ubicaban las cantoras y cantores populares a recitar sus versos y narrar sus historias; que las mujeres preparaban las comilonas; que los niños jugaban en el estero (por el que entonces corría agua) y que los hombres adultos aprovechaban su agua fría para poner a helar los vinos. Mientras Claudia me contaba acerca de sus recuerdos, yo me imaginaba un día de campo y trataba de fotografiar la Patagua. (Pero lamentablemente, por temas técnicos, no logré capturarla en su real magnitud).
Finalmente, con Claudia cargamos el auto con las piedras de estero que recogimos en el lugar y, satisfechas por nuestro trabajo, nos miramos pensando que, con esta primera cargada, estaremos listos para comenzar las jornadas de construcción de la patagua colhuina.