BitácoraResidencias de arte colaborativo

Residencia: Colhue, una nueva mirada Pumanque - Colhue, O'Higgins - 2019 Residente: Sebastián Andrés Vidal Campos
Publicado: 21 de enero de 2020
La búsqueda de un nuevo hogar

Reunión con la Encargada de Cultura

 

Mientras tomo un té y “espero” la inspiración suficiente para terminar un texto para el foto-libro de mi proyecto “Amalia”, afuera escucho unos disparos. Es medianoche. Primero oigo uno y luego otros tres seguidos. Si estuviera en Santiago, en mi barrio, no sería raro haberlos oído. Pero luego pienso, “aquí tampoco es extraño”, y asumo que son disparos de algún rifle o escopeta o lo que sea que se ocupe para salir cazar.

 

Hemos tenido días movidos en todos los aspectos. Lo principal ha sido que, por fin, nos reunimos con Lorena, la encargada de cultura de Pumanque, quien acaba de regresar del viaje a Perú con los chicos de la escuela de fútbol. Le contamos acerca de lo que hemos estado haciendo y las personas a las que hemos conocido durante nuestra estadía. Era sumamente necesario, para nosotros, poder tener esta reunión con ella. Primero, como una forma de poder formalizar nuestra llegada a la localidad (sin pasar a llevar los protocolos del municipio), y segundo, como una forma de darnos a conocer. Lorena nos cuenta acerca de las actividades que está organizando la Municipalidad para el verano: la mayoría son ferias (de tipo costumbrista) y un campeonato de fútbol juvenil que es el “chiche” de la comuna. En base a esto, propusimos un “acercamiento” con el Profesor de la Escuela, mediante la exhibición de un cortometraje (que realizamos recientemente en una localidad de Tierra Amarilla, región de Atacama), cuya temática principal es el cotidiano de un grupo de niños y niñas que juegan a la pelota, en medio de un difícil contexto social.

 

Después de la reunión con Lorena, volvemos a la Biblioteca Municipal. Allí nos recibe Daniela, la encargada. Entre otras cosas, nos cuenta que su primo es el protagonista de una historia que habíamos escuchado en el Restaurante de Don Checho. El sábado recién pasado, temprano en la mañana, hubo una pelea entre dos hombres del pueblo y uno de ellos terminó herido y tuvo que ser trasladado de urgencia al hospital de Talca, pues la herida, provocada por un arma blanca, fue de extrema gravedad. Y es que la cuchilla perforó uno de sus pulmones, pasando muy cerca del corazón. Mientras Daniela con contaba todo esto, pudimos sentir su angustia y tristeza. Para colmo de todo, nos habla de las consecuencias que esto estaba teniendo, ya que en un “pueblo chico” como el de Pumanque, todo el mundo se conoce y, tanto la familia de la víctima como la del agresor, son personas que se conocen de toda una vida y, a raíz de lo ocurrido, se ha creado una especie de disputa entre ambas. Algo así como “Capuletos y Montescos”, pero sin Julieta y sin Romeo.

 

En cuanto a nosotros, durante la tarde nos ocurrió un suceso que nos tomó totalmente por sorpresa y que no esperábamos que sucediera tan pronto. Al lugar donde estamos viviendo, y que nos costó tanto poder mejorar para habitarlo, llegaron tres “vecinos”. Lo peor es que nadie nos informó sobre la situación y, si bien lo veíamos venir, no alcanzamos a dimensionar las complejidades que esto nos podría traer. Todo pasó de un momento a otro. En una bitácora anterior, mencionamos que hay un baño para cuatro piezas y ocho posibles huéspedes. Mientras estábamos solos, el Seba y yo, tratamos de no tomar en cuenta ciertas incomodidades: el ruido y la falta de privacidad, dado que vivía nuestra arrendadora y su familia debajo nuestro (y las terminaciones de la casa no eran las mejores); el extremo calor de las habitaciones; o no tener un lavaplatos en nuestra improvisada cocina y utilizar, para ello, el lavamanos del baño (situación que ya era bastante poco higiénica), podían pasar a segundo plano. Sin embargo, que llegaran tres personas más al lugar, era un exceso. Más aún, teniendo en cuenta el alto precio que pagábamos por un lugar que no nos ofrecía muchas comodidades. Es por eso que, esa misma tarde, decidimos irnos. Así que, nuevamente, íbamos a tener que buscar otro lugar para vivir.

 

Salimos a averiguar, de inmediato, sobre algunos datos de arriendo de casa y cabañas que nos habían dado durante estas primeras semanas. Primero fuimos donde nuestra amiga Katy, la dueña del Restaurant “El Mestizo”. Ella ya nos había comentado sobre el hostal de una de sus amigas y, en una visita anterior, la dueña de unas cabañas nos había pasado una tarjeta. Al entrar al restaurant, como siempre, nos recibe Sarita (la perrita de Katy). Inmediatamente después de saludarla, le comentamos sobre nuestra inquietud. Ella misma nos animó a llamar a Bárbara (la dueña de las cabañas) y nos dio otro contacto de alojamiento. Así que, apenas salimos del restaurant, llamamos a Bárbara y le planteamos nuestra situación. Ella nos contesta que, antes de tomar cualquier decisión, debe hablar con su socia. Y nos dice que para el día siguiente nos tendría una respuesta.

 

El segundo dato lo fuimos a buscar al Restaurant de don Checho y la señora Juanita (el lugar preferido de mi compañero). Don Francisco, un parroquiano del lugar, le había comentado a Seba, en una visita previa, sobre una casa en arriendo, a la entrada del pueblo. Así que llegamos allí con la fe de que aquello todavía estuviese en pie. En el restaurante fuimos recibidos con entusiasmo. El Seba aprovechó de presentarme con los dueños y con el grupo de parroquianos del local. Como no había mesas disponibles, nos ubicamos en la barra. Pero, de inmediato, nos ofrecieron unas sillas y acabamos sentados, haciendo una especie de círculo, entre la barra y los demás asistentes del local. De modo que se armó un solo grupo. Durante un buen rato, estuvimos conversando de todo un poco. Aunque debo reconocer que me costaba harto poder entender lo que hablaban, en especial a los que lo hacían muy fuerte y muy rápido. Pese a ello, fue un bonito momento. Si hasta nos regalaron charqui y nos invitaron vino. En cuanto a la casa, la señora Juanita nos dio un nuevo un dato de arriendo en el sector de “La Gloria” (aquí mismo en Pumanque). Es más, ella misma llamó a la persona y nos dejó pactada una visita para el otro día. Sin embargo, nos duró poco la alegría ya que, al cabo de unos minutos, le devolvieron el llamado para decirle que la casa estaba reservada para los trabajadores de una empresa. A la salida del restaurante, había una solitaria bicicleta estacionada y con el Seba, medio resignados, volvimos al hostal pensando que no nos quedaba otra que esperar, hasta el día siguiente, la respuesta de Bárbara y continuar la búsqueda.

 

Por Aurora Rojas Briceño

 

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