Estábamos ordenando por fecha las copas del Club Victoria y buscando la manera de presentar una genealogía del deportivo a través de la exposición de los trofeos, cuando en un sentido amplio del espacio, sentimos un ruido fuerte y constante en el aguerrido techo del club, ¡está lloviendo! gritamos todxs lxs que estábamos ahí. Salimos corriendo a la entrada del lugar para ver caer el agua.
Era 30 de marzo y estaba goteando fuertemente. Algunos paseaban en bicicleta como si nada, otrxs se espantaban agriamente con los truenos del momento, mientras nosotrxs le cantábamos al pueblo que era el milagro del año, casi creyendo que la sequía no vendría este año.
El día anterior, fuimos invitadxs a un aquelarre a las tierras de El Llano. Llevamos carnes y verduras para comerlas a fuego y compartir una noche que se venía abrigada por las nubes. Estuvimos conversando del lugar mágico que significa esta zona y la delicia que tenemos actualmente de pertenecer en ella, de las infaltables anécdotas que todas habíamos tenido en y con el territorio en sí. Desde despertar con los cantos de las bandurrias, hasta pisar diversas cacas de las muchas que existen de distintos animales. Que podemos entender este lugar+ como una verdadera y real reserva, y lo importante que significa el agua para una zona como esta.
A propósito de todo ese magnífico fogón y las imparables conversas sobre el agua y las aguas, cuando escuché los primeros truenos al día siguiente, fue imposible no responder con el sentir al acto del día anterior. “Llegó la lluvia, el fuego lo hizo, o, nosotras lo hicimos (por qué no creerlo)”, pensé y sentí. Quise pensarlo de esa manera para no dejar envolverme por la confusión del cambio climático y todas las razones lógicas del medio ambiente. Sino que quise creer en la noche abrigada del día anterior, sin embargo, al rato recordé el presagio del padre de la Sra. Juanita, quien decía que cualquier lluvia antes de mayo era un mal augurio para el año, que cualquier agua del cielo en esta fecha se comía a las venideras, provocando sequías y tristezas para la cosecha.
No sé si todo lo que creemos es verdad, pero me quedo con la seducción del signo que provoca cualquier tipo de rito y de mito proveniente de la vida y experiencia de quienes viven y sienten, mediante la relación con la ecología del territorio.