El día martes, fuimos a visitar a don Eduardo Baque quien estaba trabajando en su patio en una casa que antes fue un conocido negocio del sector.
De muy buena manera nos recibe en su sala donde entre estantes y libros, los retratos familiares llenan las habitaciones de historias de amor y años prósperos.
Su casa fue uno de los primeros almacenes de San Pablo, el cual ha sido atendido por diversas personas a lo largo del tiempo. El lugar tiene más de 100 años y se nota, el patio con una huerta viva, las tablas que rechinan al pisar y los antiguos muebles demuestran el tiempo transcurrido, nos muestra una realidad detenida en el tiempo.
Una casa que en su momento fue un símbolo de progreso y comercio hoy es un lugar que muestra el vestigio y el paso de los años.
Hicimos un hermoso recorrido por el interior de esta, desde al sótano que alberga estantes con botellas antiguas y vestigios de lo que antes era el correo, hasta la azotea con olvidadas habitaciones llenas de recuerdos. Lozas antiguas, morteros de piedra, muebles antiquísimos y un sin fin de anécdotas decoran las antiguas maderas de una casa que, según don Eduardo, su estructura ensamblada no tiene clavos.
Don Baque nos quiso mostrar el diario donde aparece la Municipalidad de San Pablo en llamas, hecho histórico que marca a las y los vecinos del sector.
Dentro de los comentarios aparece un rostro conocido, es Adalberto Lobo, mi abuelo.
Aquí, en este punto, me daré la libertad de hablar en primera persona, inevitablemente es mi historia personal la que está apareciendo. Estoy “volviendo a San Pablo” y me estoy encontrando con la imagen de mi familia y de mi difunto abuelo.
Don Eduardo me comenta que, fueron muy amigos durante unos 10 años hasta su muerte. Se pone de pie y va a una de las habitaciones y trae consigo una resortera, de esas que le gustaba hacer a mi abuelo. Me dice que él se la regalo y que era una excelente herramienta para espantar gatos.
Cuando era pequeño tengo recuerdos de una plaza distinta. Puedo reconocer lugares y olores. Don Eduardo conoció a mi madre cuando era pequeña. Me estoy encontrando con memorias no solo de San Pablo, sino con memorias de mi familia. Memorias que me teletransportan a un San Pablo distinto, donde me encuentro pequeño jugando en el jardín de la casa de mi abuelo.
Entre otras anécdotas, opta por regalarme aquel preciado objeto, me dice que a su amigo le gustaría mucho que su nieto tenga aquella resortera de vencidos elásticos.
Don Eduardo se presentó un tanto esquivo al momento de mostrarnos sus archivos familiares, no podemos obligarlo. Pero de lo que si estoy seguro es que las anécdotas y relatos que voy conociendo le están dando un sentido único a este proceso de residencia, donde no estoy en un lugar ajeno. Me estoy encontrando con un recorrido por la historia de San Pablo y de mi familia.