El club bordear, es sin duda uno de los espacios más nutritivos, ya que con el tiempo se fue consolidando como un laboratorio textil que congregaba todas las semanas a un grupo de mujeres muy diverso, las cuales, antes de la creación del club no tenían mayor relación entre ellas. Es así como el club se convirtió en un lugar de intercambio de saberes, emociones y amistades, diluyendo los prejuicios que nos distancian, abriendo diálogos sinceros en relación al proyecto minero que amenaza la localidad, y fue generando redes de apoyo entre las mujeres del poblado.
Fueron cerca de cinco meses de convivencias entorno al bordado y el trabajo colectivo, donde participaron muchas mujeres las que siempre estuvieron dispuestas al ingreso de nuevas participantes, entendiendo este espacio como un lugar de acompañamiento y conversación muy necesario para todas. Es así como en la parte final del proceso ingresa María José, una amiga artesana textil descendiente de mapuches, la cual se ofreció a enseñarles algunas técnicas de telar y así darle continuidad y nuevos aires al Club Bordear.
Nos imaginamos que más de alguna de las integrantes del taller ya está imaginando nuevas ideas y creaciones para continuar desarrollando los aprendizajes alcanzados. Sin duda ha sido una de las experiencias más contundentes de nuestro proceso ya que se fue consolidando como un espacio cargado de creatividad, rigurosidad, risas, conversación y sobre todo de afectos sinceros.