Despertamos temprano para hacer nuestra última visita de nuestra residencia: al Colegio Nueva Extremadura de Matilla. Queríamos aprovechar el primer recreo para entregar la bandera gigante que confeccionamos luego de las complejas votaciones de hace unos días, y además queríamos despedirnos de toda esta red que colaboró con nosotros y nuestro proyecto para que saliera exitoso.
Cuando sonó la campana de recreo, los niños bajaron exaltados por las escaleras. Algunos corrieron directo a la cancha a jugar fútbol y otros nos saludaron. Seba estuvo jugando fútbol un rato con los niños de 5to, hasta que sonó la campana y la inspectora los mandó a formarse. Sebastián tomó el micrófono y dedicó unas palabras a todos los niños que habían participado en nuestras actividades y a los profesores por su disposición. Finalmente invitó a pasar adelante a Alejandro Ayala, el autor del dibujo que posteriormente traspasamos a tela para darle forma de bandera. Tímidamente pasó adelante, y con una evidente emoción optó por no decir ni una palabra. Sebastián recordó las palabras que Alejandro había utilizado para explicar los colores de su bandera (Negro por la carretera, celeste por el cielo, amarillo por el desierto, verde por el oasis, el café por la tierra que se trabaja y el rosado por las personas de Matilla) y entre el aplauso de sus compañeros entregamos esta bandera a la escuela.
Nos despedimos de todos y luego llegamos a la casa a terminar de ordenar. Seba y yo estábamos tan ansiosos por volver a nuestras casas que no tuvimos ni ganas de almorzar. Tipo 3 de la tarde llegó Javier, el profesor amigo de Simón y Selec para llevarnos al aeropuerto. Metimos las maletas como pudimos (la impresora tuvimos que dejarla con la señora Nieves) y nosotros hicimos “tetris” dentro del auto. En un viaje de 1 hora y media pudimos ver vestigios de una antigua localidad salitrera, y el ahora llamado “Camino de la Sal”: una carretera que recorren enormes camiones que transportan sal hasta un puerto en la costa iquiqueña. El paisaje era muy bonito, con murallas de arena roja al costado del camino y una delgada y brillante línea de sal que decoraba el borde del asfalto. Empezamos a ver el mar repentinamente y en menos de 20 minutos estábamos en el aeropuerto, bajando nuestras maletas para en un par de horas tomar el avión que nos llevaría de regreso a nuestras casas.
Tipo 7 de la tarde empezamos a subir al avión y ya a las 21:30 pm, y luego de un viaje un poco turbulento (con rayos y truenos incluidos) llegamos a Santiago, donde curiosamente estaba lloviendo. Bajamos ansiosos, recogimos nuestras maletas y luego de (al menos para mi) eternos minutos, nos reencontramos con nuestras familias, felices por volver de una exitosa y reconfortante experiencia como colectivo en el norte de nuestro país.
Fernanda Vergara
Dado que es nuestra última bitácora, aprovechamos de informarles que pueden visitar nuestros fazines en los siguientes link:
Amigos Matillanos Nº 1
Amigos Matillanos Nº 2