Como buen primero de mayo, se tenía que trabajar! No podíamos hacer esperar el montaje de todos los elementos que teníamos para instalar en el Museo Casa de la Esquina. Así que, bien temprano como buen chorerx, nos trasladamos hacia las dependencias del museo para limpiar, despejar y ordenar el esquema de instalación.
Cuando llegamos al centro expositivo, ya había llegado Susana, la dueña y encargada del espacio. Nos entregó las orientaciones correspondientes y con ello soltó la confianza para ocupar el espacio. Aunque con ciertos resquemores por nuestra constante relajación a la hora de hacer. Le comentamos que esto era parte de nuestro trabajo, y que el profesionalismo no pasaba por la histeria, sino al contrario, por la experiencia y la rigurosidad de las acciones, así que tal conversación la convenció de nuestra dinámica y rápidamente puso a nuestra voluntad su quehacer.
Entre todxs más la ayuda de Cecilia (vecina y madre de Darco) comenzamos a limpiar, pintar, guardar, botar, ordenar y hacer aseo en general para dejar el lugar listo para instalar los objetos. Cambiamos luces, movimos escaleras, pintamos plintos y tantas cosas más mientras constantemente sacábamos al perro Ágil de la zona de montaje. El muy porfiado insistía en estar presente en la tarea, sin embargo, no era bienvenida su estadía por parte de la dueña de casa. Así que nos íbamos turnando para estar con él desde las afueras del museo.
Varixs vecinxs pasaban por las ventanas mirando los avances… y es que hace más de un año que las exposiciones no variaban! Por lo tanto, las expectativas de ver la producción local sumaban ansiedades y deseos por estar ahí adentro y ver la transformación del lugar en un verdadero espacio contemporáneo.
Mientras las ansias crecían, los regalos no paraban de llegarnos, entre erizos y aceitunas las energías se hacían mayores para empujar los ánimos.