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Residencia: La ruta  ancestral de la memoria del agua Los Alamos, Biobío - 2019 Residente: Daniela Andrea Pizarro Torres
Publicado: 8 de marzo de 2020
Cartas a mi agresor/a

 

Cartas a mi agresor/a:

 

Fui tocada por un hombre viejo teniendo once años durante un asado. Mi papá siempre toma vino y por su embriaguez no vio mis ojos de desesperación.

 Me casé y mi paraíso se transformó en un infierno, desde el principio hasta el final.

 Marido alcohólico.

 Durante veinte años sufrí junto a mis hijos golpes, insultos, por parte mi esposo, incluso una puñalada de cuchillo.

 Conocí qué es agresión verbal de un hombre hacia una mujer; personas que creen tener el derecho a dañar con palabras ofensivas.

 Yo fui capaz de responder.

No fui capaz, no supe cómo, defenderme.

 El hombre de mi vida se convirtió en un energúmeno y todo fue pena, llantos, golpes… con los golpes perdí a mi hijo de cuatro meses.

 La violación se convirtió en una pesadilla repetitiva, una bestia que se devoraba mi espalda por las noches.

 Él siempre fue agresivo, desde el comienzo del matrimonio hasta el final. Siempre fue agresivo con su madre y sus hermanos.

 Quiso quemarnos vivos una noche.

 Después que tuve a mi primera hija pensé que iba a cambiar, pero, incluso después de la segunda, todo siguió igual. Pasaron los años. Nada cambió.

 Casi todos los días me pegaba y después me pedía disculpas. Yo lo amaba. Lo perdonaba.

 Me golpeaba con mis hijas al lado, no le importaba.

 Fueron treintaiocho años.

 Por vivir así, tuve más de cinco años de depresión.

 Empecé a subir de peso, no me importaba mi apariencia, solo me importaba que le hiciera nada a mis hijas.

 Para aplacar las heridas, los golpes, las ganas de morir, las vejaciones, tuve que empezar a tomar medicamentos.

 Hasta que un día tomé una muda de ropa y me fui de la casa, dejé todo atrás.

 Soy una mujer que ha salido adelante con mucho esfuerzo y he tenido que renacer como el ave fénix. Hoy me atrevo a contar parte de mi historia.

 Ahora, que recuerdo todo lo vivido y lo que me tocó sufrir, aún duele, en mi cabeza y corazón.

 Pero entendí que mi historia no es única, que muchas vidas han sido destruidas por la violencia y podemos salir adelante.

 Todavía hago duelo por mi cuerpo, por mi integridad, pero agradezco estar con vida.

 No tengo las comodidades que tenía pero sicológicamente estoy mejor.

 

El respeto hacia los demás es un valor universal y si entendemos esto, que es tan importante,  podemos relacionarnos mejor.

 

No puedo amar sin antes escuchar y que me escuchen de la misma forma.

 

Me respeto a mí misma y exijo que me respeten también, para mantener una convivencia sana en mi hogar y en mi trabajo.

 

La vida se vive mejor en un aprecio recíproco, permanente.

 

[Texto compuesto por extractos seleccionados de las cartas anónimas que respondieron al ejercicio de escritura contra la violencia “Cartas a mi agresor/a”].

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