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Residencia: La ruta  ancestral de la memoria del agua Los Alamos, Biobío - 2019 Residente: Daniela Andrea Pizarro Torres
Publicado: 21 de enero de 2020
María Duran

A través de relatos y documentos, nuestros encuentros comienzan a desglosar nombres y lugares. Uno de los nombres que hacen eco en la comuna de Los Álamos es Pilpilco; como lo muestran escrituras anteriores.

Nos encontramos con el Boletín nº 4 de «Chile: quiero mi barrio» en la oficina del SECPLAN (Secretaría de Planificación Comunal), boletín dedicado, específicamente, a este lugar que nos ronda, quizás, como otros también lo harán. En el boletín aparecían relatos y testimonios; pero uno que nos llamó la atención llevaba por nombre «María Durán», partera del pueblo. La nota es breve, sin embargo señala que la señora Durán «atendió todos los partos desde 1953 hasta 1980».

La partera —conocimiento ancestral, sustantivo de la memoria y sus «oficios naturales» (por alejarlos de «objetivos científicos»)—  es quien lleva un aprendizaje a sus manos para recibir vida, que por contraste, significa también recibir muerte. Su lugar, su persona, como patrimonio vivo dentro de la emergencia y desaparición de este pueblo, nos pide encontrar a la señora María. Fue Elisa, de Chile Quiero mi Barrio, quien nos dio sus datos; ahora vive en Cerro Alto, frente a bomberos, al lado de la iglesia.

Nos bajamos de la micro y caminamos hacia la unidad de bomberos de Cerro Alto. Entramos a la posta. Preguntamos a una mujer si podíamos colocar un afiche de nuestra actividad; a lo que ella responde que «no era nadie, solo hacía el aseo»; una de nuestras compañeras la tomó de un hombro y le dijo «si usted no trabajase haciendo el aseo, le aseguro que nada funcionaría». Tras las palabras sonrío. Pensamos, ¿qué significa «ser nadie»? ¿Por qué un oficio podría borrar una identidad? Este problema es transversal; es un problema que se ha establecido a través de una conformación social desde lo que se ha denominado «clase» que, curiosamente, según el diccionario de Etimología de Chile deriva del latín classis «que los romanos relacionaron con calare: convocar»; absoluto opuesto del uso que le damos hoy. No ser nadie es el lugar que, entre su multitud de ejemplos, se relaciona con una mirada a la desvalorización de un oficio, como quien «asea». El énfasis social que genera esta jerarquía entre ser alguien / ser nadie, puede llevar al otro a destituir su ser (físico y emocional) en el mundo, un «ser alguien»; y eso es fundamental para nuestra residencia. Darle valor a un “ser alguien” es trabajo en comunidad.

El afiche quedó en la entrada de la posta.

Llegamos a la iglesia y preguntamos a un grupo de hombres si conocían a la Señora Durán. Claro que sí. Nos señalaron su casa. Tocamos el timbre, pero no contestó nadie. Decidimos esperar, caminar y seguir colocando nuestro afiche en distintos lugares para hacer circular nuestra convocatoria por Cerro Alto. Nos dejaron cordialmente invitados a varias actividades y partimos donde la señora Durán.

Tenemos que esperar un poco más, así lo señala el joven que nos abre la puerta. Luego nos reciben. Entramos a su habitación; es pequeña, dos sillas, un máquina de coser. Le explicamos qué nos trae donde ella. Ahora no hay espera. Inmediatamente, empieza a conversar desde la vitalidad de su memoria sobre Pilpilco, emocionada, subiendo a ratos la voz, demarcando que era una mujer bendecida y feliz. Desde Cañete, partió a este pueblo en el año 1956. Estudió moda, pero su sueño de niña era trabajar en un hospital, como su madre, a quien acompañaba en los trabajos de limpieza, cuidado, atención. ¿Nos habrá estado diciendo que en su labor de limpieza existía un «ser alguien»?

Para ser partera de Pilpilco aprendió de las matronas del hospital de Cañete y luego de las que llegaban a Pilpilco. Este grupo de mujeres le entregó generosamente su conocimiento, formaron en ella un oficio. «Al llegar a Pilpilco no había nada», nos dice, «pero con la organización de las personas se levantó una ruko-ramada».

La señora Durán iba a los ruko con sus hijos para atender los partos nocturnos, a luz de vela. Tiempo después se construye la posta, una de todas las facilidades con las que contaba el pueblo en esos entonces, donde ella queda a cargo de los partos.

Tras este recuerdo aparecen otros en un sinfín de cadenas como, por ejemplo, el tren, que es otra figura que empieza a aparecer en los relatos de muchas personas, a lo cual tendremos que adentrarnos luego. El tren realizaba un viaje que demoraba horas: Cañete, Tres Pinos, Los Álamos, Lebu (esto es importante, porque desde esta figura, como otras, la estructura fronteriza del territorio Los Álamos se extiende). En un cuaderno, la señora María dibujó una cartografía para entender dónde estaba la posta y el tren en relación al río. Cerraba los ojos para encontrar la locación. Para ella, como mujer evangélica, el momento es «salomónico» pues «es Salomón quien guía las rutas», dice.

En ese momento entra su hijo Erwin y agradece nuestra visita. Aparece también la articulación de su memoria. Nos señala que Pilpilco era tanto un río como un campamento de carbón en una sola presencia. El campamento logró erguir cinco poblaciones con comercios, estadios, un cine, una piscina, un retén, plantas de lavado de carbón en un brazo del río, una escuela y oficinas.  Conversamos que luego de veinte años, Pilpilco es una problemática que muchas voces comienzan a retomar. Erwin es pionero en querer honrar y  rescatar la memoria del pueblo donde llegó a los tres meses de vida, conoció a su mujer y tuvo su primer hijo. El relato de la madre y el hijo coinciden en que la salida del pueblo fue forzada.

Este concepto es algo que se siente fuertemente en la comuna de Los Álamos… traslado forzado. No todas las personas quieren hablar de aquello. Nos contaron que por estos, a las personas les ofrecían llevarse su casa, sin cobro, a un nuevo sitio en Cerro Alto. Las personas aceptaron, y solo se dieron cuenta de qué significaba este traslado mientras se retiraban de Pilpico y miraban hacia atrás. Podrán quienes siguen la bitácora sentir con qué emoción, qué dolor, se ha de enfrentar tanto quien cuenta su historia como su escucha, cuando cae el peso de una ruina, un pueblo, en el oído, en las palabras; qué es lo que queda abajo, escondido, y qué comienza a germinar de ella.

Nos invitaron a participar de una actividad que realizarán el día 8 de febrero y pedimos permiso para grabar audios, a lo cual Erwin asintió. Esperamos entonces tal día, donde Pilpilco ingresará con mayor fuerza a nuestro trabajo, a esta escritura, a la ruta ancestral de la memoria del agua.

 

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