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Residencia: La ruta  ancestral de la memoria del agua Los Alamos, Biobío - 2019 Residente: Daniela Andrea Pizarro Torres
Publicado: 8 de enero de 2020
Hablarle al agua para hablar de ella

Nuestra mañana comienza temprano y nos despierta nuevamente el sonido de la lluvia, tan fuerte como esporádica, contra las tablas de Zinc. Nuestro camino de hoy es hacia Sara de Lebu, dentro de la comuna de Los Álamos, pues sabíamos que parte de nuestro recorrido debía llevarnos a la casa de la Lewentuchefe Elba Puen, mujer que posee la sabiduría de las plantas.

Si nuestro proyecto incurre en los pliegues de la memoria en un territorio lafkenche, la visita a la señora Elba era importante; dado que necesitábamos de sus palabras, de su permiso, para adentrarnos en una vena espiritual de la vasta comuna de Los Álamos. Elba Puen es un nombre que los habitantes reconocen. El chofer nos preguntó nuestra parada y pedimos, como una suerte de pregunta, que se detuviera en la casa de la Señora Elba. Sabiendo de ella, nos dejó en su portón.

Pedimos al lector imaginar el ingreso a una casa que, en a distancia, vibre en su fuerza; no es fácil de describir al pensar en la morada de una Lewentuchefe. Las imágenes que puedan sentir no estarán tan perdidas como la mirada de la señora Elba escondida tras cataratas que habitan en sus ojos y ningún doctor occidental se atreve a operar.

El recibimiento fue amable, pan, queso, mate. Al sentarse en su mesa, no hay necesidad explicar nada, la conversación inicia de inmediato. Pese a su gentileza, su voz es crítica, sin introducción: “se ha perdido la motivación por investigar, por la sabiduría, se ha cambiado por los cables (la tecnología)” nos dice. Perder, hoy, es la palabra. Si hablamos de la recuperación de una memoria, es porque algo en ella está perdida; si hablamos de una pérdida, esencia, de una práctica, es que aún hay quienes la viven, la transmiten, la recolectan. Un conocimiento no es un estanque. El conocimiento es cíclico como los tiempos de siembra. Pérdida entonces es una palabra de glosario.

Nuestro proyecto no intenta volver las aguas a su curso, sino adentrarse en esa “motivación ausente” que traducimos como algo que se comienza a ser errante dentro de la memoria que podría ser recobrada, como una semilla escondida bajo tierra. Para la señora Elba, la pérdida es un dolor, pero no es personal, es un dolor para la tradición, la tierra, la comunidad. “Yo no me siento triste, porque veo una semilla y la valoro”, nos cuenta. La manera en que ella construye este lazo es haber dedicado su vida a la observación. Decidió no ir a la escuela, como el resto de sus hermanos, no educarse en una institución que iba a cambiar su mirada. Su camino a Lawentuchefe es un destino escrito a voluntad.

Pese a la brevedad de nuestra permanencia, hemos aprendido, quizás, por nuestra relación con nuestras prácticas y oficios, a observar; caminando, conversando, repetimos, recíprocamente, para encontrar las palabras que nos permitan generar vínculos, a partir de un cruce de emociones y derivaciones de las aperturas de memorias que no podemos vaticinar; lo cual se relaciona a las palabras de la señora Elba en tratar de poner en valor –lo que potencialmente podría generar una recuperación— el interés por la historia de su territorio. ¿Qué es entonces esta pérdida por recobrar? ¿La dimensión de dolor o la esperanza de un reencuentro? La poeta de Los Álamos, Marta Díaz, escribe en su poema “Dolor”: “ojos cansados de llorar / día y noche / formaron un río que parece mar. / Allí nacieron ideas como peces”.

Los poetas, dice la señora Alba, son quienes deben salir a hablar con los árboles, la luna, los ríos, deben llorar en los cerros porque acompañarán su llanto. Para ella, la oralidad, la palabra escrita, las canciones, los poemas, es tener la posibilidad de hacer regresar una memoria; hablar no solo con las personas, también con todo lo que nos rodea. Nos dio —creemos la palabra sería regaló— un rito para hablar con el agua; para agradecer antes de tocar, pues no debemos perder nunca el dar las gracias por aquello que nos protege desde su espíritu. El rito comienza volcando desde un pequeño vaso de greda; lo hace “primero en mapudungun, luego en español para que ustedes lo repitan porque esa es su lengua”. Pedimos al lector, nuevamente, tratar de escuchar desde su subjetividad las palabras de la señora Elba en este rito. Tras enseñarnos las palabras comprendimos que estábamos siendo recibidos para realizar nuestro proyecto de “Memoria ancestral de la ruta del agua” en cada una de sus palabras… “memoria”, “memoria ancestral”, “ruta”, “ruta del agua”. Ese ha sido nuestro levantamiento. Tomar nuestro proyecto como el cuenco de greda.

La segunda parte de nuestro día fue bastante más breve y dio pie a la próxima entrada. Nos reunimos con Leyla Henríquez y Guadalupe Guzmán para agendar una reunión para el día siguiente, junto a la Señora Cecilia Rojas, para hacer la primera coordinación de nuestra primera actividad desde una perspectiva territorial.

 

 

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