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Residencia: La ruta  ancestral de la memoria del agua Los Alamos, Biobío - 2019 Residente: Daniela Andrea Pizarro Torres
Publicado: 22 de enero de 2020
Sol naciente

“Corres desde los cerros / escondida en quebradas / bajas de los deshielos / de las cimas de cordilleras / cristales como espejo” escribe la señora Olga Garrido en “Agua”, un poema que leemos en un cuaderno verde que ella misma nos entrega para leer en nuestra casa. Este cuaderno lo recibimos en una reunión del grupo de escritores de Los Álamos “Sol Naciente”, quienes llevan más de quince años reuniéndose, escribiendo, compartiendo sus textos, y trabajando en publicaciones independientes.

La reunión de hoy se siente como una bienvenida poética para poder conversar sobre “La ruta ancestral de la memoria del agua”. Da lugar para que el grupo converse, desde sus propias experiencias, el porqué es importante hablar y escribir, hoy, desde el agua, sus metáforas, su cuidado. También pudieron contar, brevemente, sobre qué les llevó a escribir. Nosotros respondemos hablando sobre nuestro trabajo y cómo hemos conocidos Los Álamos.

Son varios los pensamientos, las edades, las comunas, que entran en diálogo en Sol naciente. Está por ejemplo, la señora Olga Garrido que nos entrega su cuaderno de poemas. Ella, con más de 70 años, nos cuenta que desde pequeña, hablando con los animales y las plantas de su hogar, escribió a escondidas de su madre. Hablar con sus animales, con la naturaleza; este testimonio nos lleva a las palabras de la señora Elba Puen sobre la poesía.

“La poesía se pone en la mesa, no es un estudió, es un oficio” se dice al cuestionar el rol de “los estudios / estudiar literatura” para poder escribir. Escribir, como diría la poeta Ximena Rivera “es un gran acto de fe […] escucho lo que me rodea. Me gusta comprender la materia […] me gusta cómo se convierte en consciencia, cómo se convierte en lenguaje”. Para Sol Naciente la escritura se relaciona con esta conversión, o conversación, “con todo aquello que nos rodea” (como diría la señora Elba). Los conceptos que dibujan nuestra residencia aparecen, silenciosamente, en la mesa.

Encontramos también las palabras de Luís, hombre de rostro mayor, minero, quien se ha dedicado, desde su lectura, a saber y comprender la historia de Los Álamos; una memoria histórica, entre lo oficial y lo subterráneo, que nos relata, por ejemplo, la llegada de los europeos a este territorio, en este caso franceses, y cómo Los Álamos, transformada en feudo, empezó a vivir su disgregación. Sobre esta historia nos adentraremos luego, porque nuestro trabajo en relación a la memoria no debe ir de frente inmediato a la memoria oficial, sino a reunir, fluir, contrarrestar, sumar, las memorias subjetivas de los habitantes en el territorio.

En cada presentación yacen palabras del porqué de la escritura e, incluso, la ausencia de ella. Hay diversos grados de valoración de la experiencia que a veces lleva al silencio. Por ejemplo, la muerte. Conversamos cómo la escritura de una madre que ha perdido a su hijo es, a través del gesto, darle voz a su pérdida y a la memoria de hijo; cómo la fractura, el hambre, que reside en la infancia, ha encontrado su lugar, su residencia, en las palabras; como una quebrada. Marc Caro, un poeta joven que reside en Los Álamos, quien ya cuenta con su primera publicación editada por Opalina Cartonera, relata que en un encuentro de tatuadores, fue invitado a leer una selección de sus textos, y no fue hasta que leyó un poema sobre el agua, en que se logró detener la aguja, la tinta (esa otra escritura del cuerpo) capturando la atención de quienes estaban presente. Fuera de sesgos, “en la gente joven hay más consciencia sobre el agua de lo que las personas creen”, dice.

No es azar que los libros que reúnen los relatos y poemas de este grupo de escritores, y otros que son independientes de él, vean al río y al mar como una metáfora tan profunda, tan llena de pliegues, como una confesión que se despliega hacia el desgarro, la pobreza, la imagen borrosa del amor e incluso lo sagrado.

Fue importante para nosotros conocer a este grupo de poetas; porque a pesar de que hemos conversado insistentemente con distintas personas en nuestro recorrido, esta fue la primera vez que vemos a un grupo organizado que pueden ser parte de nuestra actividad del día jueves.

La reunión terminó un poco pasado de las 20:00, pues sabían que la locomoción en dirección a Cañete tenía un límite de horario y que no todos pasaban hasta las horas señaladas. Esperando el bus, con el frío del viento que cubre las calles  desde antes de las 20:00 horas, un chofer de colectivo, al vernos esperar, nos ofreció dejarnos en Tres Pinos para tener más posibilidades de encontrar locomoción, y así fue. Estar en Tres Pinos brevemente también nos hace reflexionar que, si poca gente se suma a nuestro proyecto, o van pocos representantes de las comunidades que conforman Los Álamos, debemos desarrollar un plan para acércanos a ellos.

La noche termina, como han terminado varias, con el equipo de trabajo observando el mapa pensando cómo la cartografía puede ser trasladada a las personas y que ellas puedan hacer sus propuestas sobre el trazado de su propio territorio, estampar sus recuerdos. Determinamos posible actividades a desarrollar según el número de personas que asistan el día jueves, llegando a la conclusión de que las estaciones de trabajo en torno a cartografías será la forma de conformar esta actividad.

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