Trabajar en territorio, en una comuna que se construye en pequeñas localidades que albergan la pregunta de la identidad comienza, como lo hemos hecho en nuestra primera semana, recorrer y mirar tantos los rostros como los espacios que conforman un lugar. También, por otra parte, es mirar de otra manera las composiciones geográficas para entender su propia anchura. Al trabajar con el concepto del agua y la memoria, a partir del reconocimiento, necesitamos ver en detalle dónde se ubica cada río, caudal, laguna, desembocadura.
Solicitamos al Departamento de Turismo Municipal los mapas de Los Álamos. Guadalupe Guzmán, su encargada, dedicada minuciosamente a ver la movilidad del territorio, a invitar insistentemente a que la comunidad concurra a las fiestas, eventos, charlas, lo cual es una manera de celebrar la existencia de la comuna, celebrar el conocimiento de ella, nos entrega grandes mapas en los cuales podemos ubicar las vetas del agua. Al llegar a nuestra casa, que es también donde reside nuestro pensamiento e intercambio de saberes, el gran mapa se despliega; el recorrido ahora es con la mirada. Observamos cada línea azul que representa el cruce de las aguas en el territorio, y nos hacemos la pregunta que nos convoca a trabajar; ¿qué memorias despiertan cuando las personas se vean integradas a esta imagen? ¿Cómo acontecen sus sabidurías y sus pérdidas? ¿Qué otros lugares convoca, como el contraste del carbón de Pilpilco? El mapa, ahora, es parte de nuestra grafía. Sin embargo también reconocemos faltas, hondas tachaduras del agua: en un pequeño mapa, verde, con información de lugares por recorrer, la laguna de Antihuala no aparece, queda en el olvido: “Antihuala no existe” dijo días antes un joven del pueblo al preguntarle si estaría interesado en participar de la reunión colectiva.
Junto con la recolección del mapa, se une a nuestra reunión Leyla Henríquez y Cecilia Rojas. Con su ayuda, confirmamos que la Biblioteca será el primer lugar donde se realizará el inicio de actividades a difundir, en primera instancia, por las Redes Sociales del recinto. Coordinamos también las estrategias de comunicación. Por una parte, se consigue una fecha para ser entrevistados por la radio local, y se establecen las coordenadas para preparar los afiches donde se invitarán a las personas de Los Álamos y sus pueblos a asistir a la primera actividad, donde se conversará, a partir de nuestros recorridos y el nombre que alberga nuestro proyecto, la manera en que la propia comunidad quiere recibir, conformar, poner de pie, su creación. Esta es nuestra esencia del porqué estamos aquí; un timbre de lo comunitario, en donde no existe una obra como marca, firma, imponencia. No es nuestro mapa. El mapa se observa, se conoce, lo imaginamos recorrer con sus propias guías. Las voces de la comunidad son quienes nos presentarán, desde otro lugar, cómo habla la cartografía. Arte en comunidad, arte en reciprocidad. Quizás esta palabra aparezca en cada entrada.
Dado la relación entre territorio y rostro, también decidimos como parte de las estrategias, entregar manualmente, en nuestros recorridos, la invitación, dado hemos aprendido que es a través del contacto donde podemos hacer un llamado horizontal. El fin de semana se reserva para el proceso de elaboración de imagen.
Destacamos en el fomento a nuestro trabajo, la disposición, tan gentil como atenta, de Leyla Henríquez, Guadalupe Guzmán y Cecilia Rojas. Su recibimiento también cruza por la escucha de nuestra propuesta. Hay una puesta en valor de nuestro lugar como “Residentes”; como investigadores de las metáforas del agua, desde una elaboración que insiste en no separarse de un emerger, territorial. Ponemos ahora nosotros el valor de estas tres mujeres que comienzan a hablar y a poner a nuestra disposición todas las herramientas que nos puedan brindar, toda su sabiduría territorial de arduo trabajo en la zona, ante lo cual, desde ya, damos las gracias.