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Residencia: La ruta  ancestral de la memoria del agua Los Alamos, Biobío - 2019 Residente: Daniela Andrea Pizarro Torres
Publicado: 23 de enero de 2020
Estaciones cartográficas: primera reunión abierta a la comunidad

Cómo huir de quien mi sigue, cómo huir

si lo sigo y clamo y deseo que me encuentre

Armando Uribe

 

¿Cómo guardar la memoria personal? ¿Cómo enviarlas a otras generaciones como si ésta fuese un baúl por encontrar? Conservar la vitalidad del recuerdo, los fluidos de la tierra, aparecer lo que ya no está. La vida es una búsqueda que guarda un estanque, ¿qué hacemos si quedamos estancados en nuestra vida? Y si esta vida depende del agua, ¿qué hacemos sin ella?

Diferenciar sus nombres, ríos, vertientes, caudales, quebradas. Nombrar todo lo desaparecido que haya respondido a un nombre. Activar en este llamado una preocupación de preservar, preservar el agua, preservar la historia. ¿Dónde está hoy la historia de la naturaleza? ¿Cuál es la memoria de nuestra cordillera, de Nahuelbuta? ¿Cuánta memoria había de ella en el pasado?

El pasado es aquello que contrasta avance y destrucción, porque si algo, o alguien, avanza, progresa, crece, hay mucho que en su causa deja de existir. Desaparecen las especies, fauna y animales, desaparece la cordillera.

La memoria hilvana. Por eso es necesaria la búsqueda y ayudarnos a encontrar, a comprender el hábitat, el futuro de cada lugar. Se puede partir por pequeños gestos que se sumen a los esfuerzos de otros, invitar y conocer a las personas que llevan a cabo esta labor en todas las comunas, hablar con los niños, enseñarles lo que hemos hecho, en destrucción y en beneficio del agua, para que lo puedan conservar en su memoria y seguir luchando por ella y la tierra, porque el agua brota de la tierra. El agua canta, habla, dice “estoy herida”, parecido a los árboles que se pierden, reemplazan y extinguen; aquellos árboles que se comen el origen, ¿cómo recuperamos lo que se nos ha sido extirpado?

La protección del agua es un trabajo comunitario. Sin su conformación, sin ese apoyo fidedigno, tanto personal como institucional, no hay forma de luchar, de exigir, de salvar. Y el trabajo en comunidad es dedicación. Pero falta ayuda, programas, capacitación, paciencia. Falta permanencia. Muchas personas jóvenes crecen y se van, ¿cómo hacer para que ellos puedan ver el territorio, pensar en él, quedarse en él?

Hay que saber qué perdemos por estar inmóviles. Hay que saber qué perdemos por no escuchar a nuestros ancestros, a nuestras abuelas, abuelos, lo que tenían, lo que perdieron, nuestro patrimonio vivo, la memoria no escrita. En la memoria permanece una cultura, y la cultura no es algo que se mantiene en una esquina. Recopilar nuestra información, si uno se pudiese preguntar “para qué”, es una forma de estimular acciones, de hacer una diferencia, de escuchar.

 

Esta reflexión no es nuestra; no son nuestras palabras (a la vez, sí), son extractos de la conversación que se realizó en el cierre de nuestra primera actividad abierta a la comunidad en la Biblioteca Alameña. Todas nuestras caminatas, conversaciones con habitantes, locatarios, las personas que atienden locales, los que cortan el pasaje en los buses, los afiches… todo aquello que no se piensa “obra” en códigos oficiales; nos permite llegar ahí, a las palabras del otro, a la médula que ha marcado nuestro camino: la relación entre la memoria y el agua, las rutas de ambas, su importancia ancestral. Está conversación es, entonces, una vuelta de tuerca hacia el principio.

La actividad comenzó a las 14:00 horas. La primera mesa que preparamos fue la comida, sin disfraz de cocktail o coffee break, mate, mistos, galletas, sandía, choclo, uvas,  pues hemos aprendido el significado de recibir con alimentos, lo que implica cuidado, agradecimiento y atención; por eso, muchas personas llevaron su propia colaboración a la mesa, incluso chupones, propios de la zona. Llegaron entre 15 a 20 personas en distintos horarios (la actividad cerró a las 18:00).

Dividimos la sala de reuniones de la biblioteca en “estaciones”, “paraderos”, sin orden, en los cuales se podía transitar libremente, para formar cartografías subjetivas, es decir mapas que se podían construir por decisiones personales.

En la entrada estaba la mesa de comida para compartir, conversar y conocernos; luego, cada miembro del equipo explicaba a quienes llegaban en qué consistían las estaciones.

Junto a la mesa de comida estaba un papelógrafo en el cual se escribía el lugar de origen dentro del territorio o la comuna… en una vertical construida de cordillera a mar; de esta manera se podía escribir la pluralidad, sin importar su repetición u orden.

En una mesa cercana teníamos abierto un archivador con la historia y documentos de Los Álamos, donde las personas se podían sentar y crear categorías de orden según lo que iban leyendo, sin importar que estas categorías no correspondieran al modo tradicional de construcción de archivo. También se podían crear categorías inexistentes o pensar en qué categorías faltaban en él.

Al centro de la sala dispusimos papeles y materiales para crear libremente dibujos, textos, a partir del recorrido de las aguas. Pusimos también un pizarrón con un calendario para que las personas escribieran actividades de la comuna durante los meses de nuestra residencia; eventos importantes de compartir según cada persona que se detenía en dicha estación. Por último, unimos varios papelógrafos para que las personas fueran marcando los cursos del agua que conocían; ríos, lagunas, ojillos, caudales, que existen en el territorio, los que han desaparecido, los contaminados, los que han reducido su cauce.

Por crear una metáfora, las personas se convirtieron, por segundos, en un río; daban vueltas por cada mesa como si están fuesen montículos de tierra, sin resquemor de participar o dar su opinión de lo que ocurría en ese momento. Luego, para finalizar, dado que nos dimos cuenta que traspasábamos la hora de cierre y algunos participantes se comenzaban a retirar, iniciamos la conversación que se presenta en los primeros párrafos. Lo que nos queda es tan gratificante como desafiante; ya que de esta reunión aparecen rutas construidas por la voz de la comunidad… voz que, como se puede leer, tiene una profunda relación con los problemas del agua y que este trabajo intentará de seguir desde una suerte de otro ojo, un ojo efímero; entender qué significa nuestra residencia.

Tras la actividad, debemos empezar a crear hitos desde lo articulado por el territorio y seguir indagando en él para incluir a más personas, sin restarle valor a lo que ya se ha realizado; lograr una cercanía que genere tal confianza como asistir a una actividad abierta convocada por tres desconocidos que tomaron tiempo en hacer sus rostros algo parecido a lo familiar durante este mes. Aun así, establecer líneas claras es ilusorio; la única línea que se establece desde el comienzo es la horizontalidad. Hemos escuchado las primeras voces, creados nuestros primeros trazos sobre un mapa común, y  asentado nuestra atención en las palabras alrededor de ellas. Veremos, en el curso de los días, dónde, a qué lugares, nos lleva estas primeras cartografías.

 

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