Tras la lluvia, el día amaneció despejado. Conocemos ya de memoria la ruta que nos lleva hacia Los Álamos, por lo que pronto estuvimos en su Plaza Central. Sin tener objetivos fijos en torno a los encuentros, diálogos, constantes e imprevistos con la comunidad, a los cuales ya nos empezamos a acostumbrar —entregándole valor a la palabra “reciprocidad”; devolviendo la escucha y la atención que acontece de manera natural al hablar sobre nuestro proyecto—, llegamos a la Municipalidad de Los Álamos a presentarnos formalmente con Leyla Henríquez Muñoz, encargada de proyectos, a pesar de ya haber tenido conversaciones previas en la visita al territorio. Nuestra introducción fue acotada, sin embargo nos permitió agendar una reunión para el día jueves así establecer nuestro sistema de colaboración con la Municipalidad.
Al ser “La ruta ancestral de la memoria de las aguas” un trabajo que busca ingresar a voces, escritos, maneras subjetivas de narrar un origen; las palabras para encontrar, nuestro “glosario”, huellas de memoria son un hábitat. Del silencio y la lengua, podemos encontrar los sonidos como habla de la naturaleza también humana; en su presencia y ausencia, y ésta comunica su memoria. En el diálogo encontramos la memoria como testimonio, vidas que quiebran cápsulas, en distintas maneras. Y guiados por su importancia, nos dirigimos, tras la presentación municipal, a la Biblioteca Pública de Los Álamos, llamada Mariano Campos. La Biblioteca también es azul. El color que rodea la ciudad, si pensamos desde el territorio como zona lafkenche, no es casualidad. El color se elige o brota, como en las vastas hortensias azules, de los tantos jardines de las casas, y en los muros. Por eso, creemos, la biblioteca también es azul, Ruka Kumün, casa de conocimiento. La biblioteca está organizada con los libros a la vista, están a disposición de quien entre a buscar o toparse con un libro.
La acogida en la biblioteca fue más que cálida. Tuvimos una reunión con Cecilia Rojas; bibliotecaria a cargo del lugar, quien nos hizo saber que podíamos contar con el apoyo y la disposición del espacio para nuestras actividades, lo cual es importante para nosotros en relación a la vinculación con los agentes culturales de la zona. Con ella conversamos sobre la necesidad de movilizar desde el interior al exterior, y viceversa, el recuerdo, las posibilidades culturales que estos espacios pueden brindar recíprocamente a la comunidad. El problema, señala la señora Cecilia, es la convocatoria; en especial con la comunidad más joven, porque los adultos mayores buscan ser escuchados y y han creado redes para trabajar distintos proyectos en conjunto; para los jóvenes es más difícil o existe cierta distancia con las instituciones. Sin embargo, en nuestro camino pedimos una dirección a dos adolescentes que tocaban música en la plaza, hablamos con ellos sobre nuestra presencia en el lugar, e inmediatamente se vieron interesados en tener más información del proyecto, porque ellos participaban de un grupo circense. Les preguntamos “¿Cómo les enviamos la información de las actividades?”, pensando quizás que nos iban a entregar un correo o una red social; sin embargo respondieron: “si aparece en la página de la Muni, los vamos a encontrar”.
Esta referencia que nos entrega la señora Cecilia en relación a cómo se movilizan las convocatorias y la necesidad de abrir el espacio a la comunidad para que la biblioteca no solo brinde un espacio de lectura, nos hace vislumbrar un pequeño eje a considerar desde el conocimiento del territorio; la necesidad, primero, de ser escuchado, y la necesidad de sentirse convocado. Conversamos también sobre la noción de buscar una “identidad” en Los Álamos; lo cual es tan complicado como interesante, dado la particular diversidad de habitantes que existe en esta zona. La palabra identidad se teje en sí a las preguntas sobre la escucha, ¿es posible crear una identidad? ¿Crear para una identidad? ¿Debemos mantener las diversidades como parte de la identidad o hacer marcar sus divisiones? ¿Podemos trabajar con “subjetividades” en esta zona? Ambas posturas pueden, potencialmente, entregar historias hilando vínculos entre presente y pasado que no tienen por qué calzar en sus amarres. ¿Cómo se entrelaza, por ejemplo, la memoria del siglo XX con la del siglo XXI? Esta pregunta tiende a aparecer en nuestras conversaciones. Aunque hablemos del agua, siempre en el diálogo aparece el carbón por la fuerte presencia de Pilpilco que sigue transitando en la memoria del pueblo y sus alrededores, recuerdos de oficios, recuerdos de traslados, registros que quedan en los archivos, etc. Es una relación cercana entre la cercanía del erguimiento del pueblo sobre el humedal. Entonces, así como el amarillo apareció en movimiento dentro de una cancha de fútbol el día de ayer; ¿es el negro del carbón la sombra del agua?, ¿asemeja la ausencia del color a la supuesta ausencia del humedal? Es así como la metáfora del agua empieza a vibrar; llama a sus propios “agentes” para ser representantes de ingresos y entrelazos en lo que llamaremos más adelante vínculos en la diversidad o divergencia de la(s) memoria(s).