El título de la entrada proviene del mural realizado por adolescentes y niños en torno a la recuperación de la flora nativa de Antihuala. Como mencionamos anteriormente, los murales son un trabajo, a veces anónimo, a veces colectivo, a veces de autoría, cuyo mensaje queda a la deriva del tiempo; nos entrega la intuición que los llamados son posibles para trabajar comunitariamente. La palabra “restauremos”, así como “vivíamos en la montaña”, que encontramos en un mural anterior, nos remite ya no solo a la restauración de la naturaleza, a su conservación y cuidado; es a la relación entre arte (mural), memoria (¿qué es lo que debe ser restaurado y porqué) y medioambiente (agua). Se recuerda el agua, se recuerda la tierra; hay un pasado del haber vivido en un territorio que se devela en creación, en imágenes. La imagen no es solo aquello tangible que se observa; es una comprensión que ingresa como particular modo de ver el mundo; la imagen es aprendizaje, raíz de conocimiento. Esto también lo podemos ver en otro muro anterior, que reúne a una lupa con un árbol de raíces profundas… pensamos; mirar acuciosamente. Es la manera de entrar a un territorio para trabajar con él como un otro, un territorio no se puede dar por hecho, no se puede intuir, reunir ideas vagas. El conocimiento del territorio proviene del territorio, de su disposición para recibir o rechazar.
Este mural lo encontramos en una caminata a la laguna. Hemos decidido conocerla bien, porque es ella —por la significativa relación que guarda con la comuna de Los Álamos— quien nos permitirá hilvanar las obras que dialogarán con la comunidad; obras que quedan en el territorio como la laguna. Este recorrido, la caminata, el silencio, los encuentros, son la apertura más honesta de “La ruta ancestral de la memoria del agua”. Al seguir caminando por los alrededores de la laguna de Antihuala, nos encontramos con un grupo de adolescentes. Nos acercamos a ellos y les preguntamos, como a los jóvenes del grupo de teatro, si ellos estarían interesados en participar en actividades por un proyecto vinculado al arte. Uno de ellos responde, “En Los Álamos sí, porque Antihuala es como si no existiera”. Su respuesta nos remite a la conversación con la señora Cecilia Rojas y a la importancia de haber realizado esta Residencia convocando a la zona completa, sus pueblos, no solo a su centro, para visibilizar sus nombres.
Así como hay una sabiduría que desaparece con la muerte de las personas más ancianas del territorio, la falta de convocatoria hacia la adolescencia es también una problemática que ronda por nuestra mente. La frase “como si no existiera”, tajante, nos hace entender por qué es en Antihuala donde encontramos la casa para nuestra residencia.
De regreso a ella nos topamos, primero, con una plaza con adornos navideños —huella de que parte de la comunidad lleva a cabo esta celebración—, pero realizados, inclusive el árbol de pascua, con materiales reciclados. Este trabajo, minucioso, ordenado, nos habla no solo del cuidado del medioambiente ya señalado de manera anterior, sino que también de una voluntad de ser partícipes de proyectos entregados a la comunidad sin firma, sin autoría, lo cual es clave para entender tanto al arte comunitario como al por qué hemos decidido caminar tanto por el territorio y comprenderlo.
Retomamos nuestra ruta, pero nos llamó la atención un cartel cercano a la plaza que señalaba que pronto se expondría una película para niños como cierre del ciclo navideño. Esta actividad estaba organizada por la junta de vecinos de Antihuala; juntas de vecinos que usualmente actúan como agentes culturales que construyen cercanía con la comunidad. Tuvimos la oportunidad de conocer a la Señora Marcela Inostroza, presidenta de la junta de vecinos, y a la señora Ana González, parte de la junta de vecinos. Presentamos el proyecto formalmente y explicamos que en esta primera semana estábamos conformando un diálogo con la comunidad para empezar a construir ideas en conjunto que nos lleven en el camino del arte comunitario.
La señora Marcela tuvo la gentileza de brindarnos nombres y lugares donde podríamos concurrir y también sostuvo que, especialmente en los pueblos que pertenecen a Los Álamos faltan convocatorias, aunque la calle señale que hay voluntad. “Fútbol es lo que más va a encontrar en Antihuala” dice, “Fútbol y recorridos a la Laguna, pero a veces los niños se aburren”. Vemos entonces que tanto la junta de vecinos, la Biblioteca, los colegios, organizaciones, tiene la intención de llevar a cabo procesos, mejor aún, nos hemos encontrado constantemente con disposición, más allá si algunas convocatorias funcionen y otras no.
Pensamos que la palabra “Restauremos” es una invitación colectiva que surge desde la tierra a la mente; restaurar memoria, restaurar encuentros, restaurar convergencia, participación. Nos habla, y quizás apela, directamente. El mural son niños sembrando un nuevo árbol nativo; árbol que quizás el propio niño no alcanzará ver crecer en su totalidad. Nuestro lugar aquí se relaciona con dicha imagen; debemos ayudar a plantar un proceso que, tras el fin de nuestra residencia, no alcanzaremos, en los años, a ver su crecimiento en totalidad, dado que su cuidado no estará en nuestras manos; no somos dueños del árbol, somos participes de su plantación y dehiscencia. Esperamos que la entrega de nuestras actividades quede, que las ideas se entreguen de una persona a otra, que viajen por conocimiento transmitido tras nuestra lenta desaparición. El desafío ahora, a pocos días de terminar la primera semana es cómo convertir las palabras, imágenes e ideas que hemos ido recolectando en el territorio en acciones procesales. Pero aún quedan días para llegar al cierre de ese tiempo; en un lugar donde pareciese el tiempo transcurriese en otro eje. Sabemos que el tiempo, como el sujeto, es finito, pero entre miércoles y sábado tenemos agendadas nuevas reuniones, importantes, para comenzar la activación.