Son dos actividades que quedan pendientes de relatar.
La crudeza del camino hacia Trongol bajo,
las imágenes de la extracción que presenciamos
provocándonos un fuerte impacto emocional
al ver la violenta explotación industrial del agua.
Pero aquí aparece su contraste,
las cálidas bienvenidas de las familias de Trongol,
los hogares donde llevamos los textiles
para comenzar un nuevo recorrido.
Nos reciben con almuerzo, once, chicha casera, mate.
Una mujer de edad recorre el textil con las manos
nos habla, con pocas palabras, sobre puntadas y terminaciones.
La segunda experiencia es la alegría
que nos produce haber llevado los textiles
a la Escuela “El Trencito” de Temucho chico,
las reacciones, las risas, de los niños de básica
parte del curso de arte de Ximena, profesora que nos recibió con cariño
y nos contó todas las actividades artísticas que los niños realizan,
especialmente para el día del libro.
Este encuentro estuvo lleno de preguntas,
ante el trabajo y los relatos,
y es otro acercamiento, otras emociones
como vivimos con Vicente en la biblioteca.
Ambas son experiencias que deben ser escritas en detalle.
Nuestra ruta continuaba hacia escuelas y pueblos,
pero en los siguientes días todo cambió.
El impacto que genera la pandemia a la comunidad, a nosotros, a la residencia…
aún no podemos traducirla en palabras o reflexiones.
Con mucha dificultad tuvimos que pausar nuestro recorrido
y volver a nuestros hogares.
Pensamos aún que aquí hay una pausa no un cierre.
Hemos decidido entregar esta bitácora como gesto de agradecimiento
a todas las personas que fueron partícipe de esta ruta.
Decidimos nombrar este texto por Antihuala.
Queremos agradecer por todo lo entregado,
todo lo que nosotros hemos aprendido de ustedes,
el recibimiento que nos han brindado.
Hasta muy pronto.
Daniela, Jorge y Gabriel