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Residencia: La raíz del poema Pencahue - Batuco, Maule - 2019 Residente: Daniel Jesús Díaz
Publicado: 8 de enero de 2020
Los pilares de la memoria del fuego

 Hoy desde muy temprano estuvimos limpiando la cancha de Los Álamos. Sacamos maleza y despejamos el terreno donde construiremos la ramadita. El sol pega fuerte desde temprano en la zona, pero antes que nos llegara el golpe ya teníamos terminado el trabajo.

 Más tarde fuimos a hacer trabajo de oficina a la iglesia de Batuco Centro. Mientras escribíamos en nuestras computadoras, se acercó don “Peneco¨,artesano de escobas de la localidad a quien conocimos días antes. Conversamos un rato. Nos contó mil historias. Quedamos de ir a verlo más tarde junto a todo el equipo. Al llegar a su casa nos mostró cómo trabaja. Nos contó que los mangos los hace con palos que va a buscar a bosques de pino por los que ha pasado el fuego años atrás. Busca tronquitos que por fuera parecen carbón, pero que por dentro están intactos. Luego les quita la corteza quemada con una cuchilla curva para dejarlos suaves y limpios. Para la parte que barre usa maicillo, el que deja secar por ocho días antes de trabajarlo. Luego, para armar la escoba cierra el maicillo con un zuncho de metal. Además de escobas, don Peneco hace sillines de batro. El batro da el nombre a Butuco, que significa en Mapudungun agua de batro. Sin lugar a dudas, este elemento es un tema en la localidad, tema sensible, pues entre la privatización, la sequía y los incendios, se vuelve conversación obligada para todos. Las opiniones son diversas y de todos los colores. A nosotros como residentes y a la brigada entera nos tiene reflexivos para ver de qué forma integrar el tema en las acciones a emprender. La ramadita a construir es un primer paso.

 

Fuimos a visitar también a Claudio Díaz, alias Motosierra. Lo llaman así pues hace esculturas en madera con una de esas herramientas. Estuvimos hablando sobre posibilidades de colaborar en un proceso creativo colectivo. Le contamos de la ramadita. Para él es difícil moverse de su casa, pues pasa todo el día en su taller producto de la alta demanda que tienen sus esculturas a nivel nacional e internacional. Quedamos en contacto.

 

 

Martes 07 de enero de 2020

 

Influenciados por la metodología de trabajo de Peneco, nuestro vecino artesano de escobas, hoy nos juntamos con Fabián Pastor para ir a explorar cerros cercanos en busca de rastros de incendios para ver si pillábamos troncos que pudiéramos utilizar como pilares para la ramada. Así, a la vez que tomamos como ejemplo modos de hacer y crear propios de la gente de la localidad para construir una instalación visual y poética inspirada en la ramada, resignificando esos modos que son propios del Batuco más antiguo, paramos un espacio para la reflexión en torno a un problema común que necesita soluciones colectivas.

 

Pasamos primero a la Laguna del Toro, laguna icónica del sector que se está secando. Esta fue el balneario habitual de todas las familias de Batuco. Ahora, ya no corre ni siquiera un hilo de agua que la alimente, solo corre viento entre los pinos que la rodean. El pequeño charco de agua estancada remanente es símbolo de muerte paulatina, y por tanto, no es apto para el baño.

 

No encontramos nada por ese sector, por lo que decidimos seguir avanzando en la camioneta hasta que dimos con un sector que parecía ser lo que buscábamos. Había rastros de un gran incendio pasado, porque en medio de nueva flora tímida, vimos erguidos pinos quemados como pilares de la memoria de un bosque en llamas. Otros, en cambio, padecían tirados en el piso, como cuerpos muertos en una batalla sangrienta. La imagen no hizo más que reforzar la construcción de la ramadita con esos restos, tal como nuestro vecino artesano los usa para construir sus escobas. Sin embargo, a diferencia de él, nosotros mantendremos la corteza quemada intacta, sin pulir. Esto con el fin de dar mayor expresividad y fuerza a la reflexión sobre temas como la vida y la muerte o las consecuencias de la presencia indiscriminada de pinos, cuyo único fin al terminar su cadena de crecimiento, de no pillarse con un incendio en su camino, es su tala. Proceso que deja los cerros pelados por un tiempo para ver crecer en 20 años más una nueva camada de árboles asiáticos. De forma paralela, la flora nativa resiste y crece en cada recoveco que encuentra como gesto vitalista. Es una cadena de vida y muerte indiscriminada sobre la que es necesario reflexionar, sin duda, y el proceso de construcción que emprenderemos es nuestra primera punta de lanza.

 

 Miércoles 08 de enero de 2020

 

Hoy desde temprano, mientras parábamos los primeros pilares de la ramada, el incendio cercano a Rincón Lo Valenzuela era controlado por miembros de Conaf. Fue un momento simbólico sin duda.

 

Cuando el trabajo lo creíamos terminado, a la vecina Paulina Sánchez se le ocurrió que agrandáramos la ramada. Lo discutimos un momento y llegamos a acuerdo, por lo que fuimos a buscar más madera a los cerros cercanos para parar más pilares antes de clavar la estructura superior. Llamó a un vecino que vive en unos cerros cercanos y fuimos. Al llegar a su casa nos recibió su hijo, Leo, quien para comunicarse con su padre, que andaba en el bosque, comenzó a gritarle. El mensaje viajaba por las quebradas y la respuesta aparecía a los segundos. “Es nuestro teléfono” bromeaba. Después de que se comunicaran, partimos al lugar que habían concordado con sus códigos. Durante las faenas, Leo nos contó algo que nos llamó la atención, la creencia de los más viejos sobre los primeros 24 días de enero, los que son presagio de los 12 meses del año. Los 12 primeros días se cuentan hacia adelante y los 12 siguientes para atrás. Esto porque hoy era el octavo día del mes y estaba nublado, frío y con pinta de lluvia. Era agosto bajo esta creencia. Parece tener sentido, sin lugar a dudas. Una vez que teníamos troncos suficientes, cargamos la camioneta y bajamos.

 

Durante la tarde tuvimos actividades para los niños y niñas de la localidad en la población Los Álamos. Jugamos a rebautizarnos con nombres de árboles para de alguna manera resignificar la flora nativa del lugar a través de un ejercicio lúdico. De manera paralela, había un rincón de lectura para los más pequeños mientras con algunos vecinos que por curiosidad se sumaron a colaborar, tal como esperábamos, continuamos parando pilares de la memoria del fuego a un costado de la cancha.

   

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