Se decidía a aparecer tímida y observadora la novia más radiante de los cielos nublados de las Guaitecas, presentada por el sol se disponía a iluminar las huellas dibujadas por la historia en la isla y también a aquellas escondidas en las profundidades del mar.
Ya envuelta por la capa nocturna y el silencio cómplice, Ascensión se oscurecía y con ello despertaba la llama intensa del tepú ardiendo quien como imán de buenos momentos invitaba a cada familia, en cada hogar, a su alrededor. La tenue luz saliendo por los orificios de la estufa a leña junto a la incansable llama de una vela, además de entregar calor, eran propicias para que a medida que el mate se moviera de mano en mano, se trajeran al presente recuerdos que como piezas de rompecabezas recreaban el escenario de lo que fue.
Elisabeth