Esta semana ha llegado Valentina, quien trabajará con nosotros en el proyecto y en esta etapa nos ayudará a planificar. Hemos estado conversando sobre la idea de realizar una parte del proyecto en alguna de las localidades más rurales de la comuna. Por el momento tenemos el contacto de la Junta de Vecinos de Maitencillo, una localidad donde viven alrededor de 120 personas y queda a media hora del centro de Andacollo. Salimos temprano el jueves a tomar el bus y el día está frío. Una bruma gris cubre las calles y nos sigue por la cuesta en dirección al norte. La carretera está tomada por los mineros del sindicato de la Teck, pero dejan pasar lentamente a los autos.
Llegamos un poco atrasados a la Biblioteca Pública de Maitencillo donde nos esperan las dos Carolinas: Carolina Osorio, la presidenta de la Junta de Vecinos y Carolina Lizardi, encargada de la biblioteca. Conversamos sobre la residencia y el proyecto, enfocada en este caso a hacer un levantamiento de los tesoros locales, mediante encuentros con adultos y niños. Escuchamos atentos a Carolina, quien nos da una mirada general a la realidad local y también nos cuenta sobre los problemas que aquejan a la comunidad: la falta de agua potable rural, la sequía que afecta la agricultura y a los animales, la poca conectividad, la amenaza de cierre del internado juvenil. Entre las dos nos hablan sobre la historia del pueblo, las familias, la escuela y los hitos. Seguimos conversando sobre la posibilidad de realizar algunas excursiones a las quebradas, hacer registros del entorno con lxs niñxs y visitar a los agricultores locales, registrar la receta del famoso dulce de leche de cabra. Quedamos de reunirnos la semana entrante para hacer una propuesta a la comunidad, ya que vemos la posibilidad de comenzar con un encuentro con todos quienes quieran participar.
Recorremos el pueblo un rato y por supuesto compramos los famosos dulces de alcayota y de manjar con nuez, que son exquisitos y nos vienen bien con el frío. Las casas de Maitencillo tienen jardines con buganvilias y cardenales, y pequeños huertos. Hay una plaza con un anfiteatro y se nos ocurren encuentros y proyecciones al aire libre. Vemos pasar tres furgones de carabineros y no hay señales de bus. Hacemos dedo, y nos lleva un trabajador que se está devolviendo a su casa en Andacollo porque no hay buses para el sur desde Coquimbo. Pasando el santuario de San Antonio, llegamos a una curva donde ya no se puede seguir. Carabineros ha cerrado el camino y más adelante hay barricadas de los trabajadores de la Teck que llevan más de un mes en huelga. Nos bajamos y alguien nos indica que podemos seguir a pie por el sendero de los devotos, así cortamos camino. Es una caminata hermosa por los cerros, entre la niebla gris. El humo negro de la barricada sube dramáticamente hacia el cielo y vamos en silencio. Voy pensando en la visita, las historias que escuchamos, la vida dura de las localidades mineras, los cambios históricos que estamos viviendo hoy. Vamos por el borde del cerro, entre cactus y espinos, camino a la Chinita de Andacollo. Cruzamos la carretera un par de veces hasta que nos lleva una camioneta blanca y llegamos a la casa.