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Residencia: Tesoros del Cerro Andacollo, Coquimbo - 2019 Residente: Claudia del Fierro
Publicado: 29 de enero de 2020
Los cerros de oro – Parte 2

En la tarde don Oscar nos ha invitado a tomar once al cerro. También grabamos en video la segunda parte del proceso del lavado de oro, tal como acordamos la semana pasada en el visionado que hicimos en el Club. Salimos de Andacollo en dirección oriente y a unos 3 kilómetros entramos por un camino de tierra, pasado la planta de tratamiento de agua, hacia el cerro donde don Oscar tiene su faena. Nos están esperando. La señora Lupita conversa animadamente bajo el sombreadero, mientras la señora Vilma y la señora María preparan el fuego para las sopaipillas y tortillas. Los nietos de la señora Vilma juegan por el cerro. Unos 15 minutos, dice don Oscar mientras prepara tierra para lavar. Han crecido las plantas desde nuestra visita anterior en noviembre, está fresco con la brisa de la tarde y se empieza a ver como los cerros cambian de tonalidad.

 

Don Oscar lleva la misma camisa que esa vez que grabamos en noviembre, por la continuidad. Nos acomodamos en torno a “la cuncuna” mientras comienza el proceso. De lejos, escuchamos a la señora Lupita cantar al son de la radio. Esta vez retomamos con el achique, parte fina del lavado, en donde se va reduciendo la tierra. Luego viene el asogue, donde se le agrega mercurio al achique y se revuelve hasta que se vayan aglutinando las partículas de oro. Luego se pasa al plato para terminar con una burbuja de mercurio que contiene el oro y que repele el agua. Don Oscar prepara un fogoncito y pasamos al quemado en donde se pone al fuego el metal, en una cuchara de fierro fundido, con una piedra encima. Durante el quemado se separa el oro del mercurio y al fin podemos verlo: el orito, de un color ocre similar al sol que se pega a los cerros en la tarde.

 

Vienen gritos desde el fogón, está lista la once. Las sopaipillas están recién hechas, calientitas y también la tortilla a la olla que ha preparado la señora María. Nos sentamos alrededor de la mesa amplia, con palta molida y mantequilla, un té bien cargado. Y conversamos la tarde. Es lo más parecido a una reunión familiar que hemos tenido en meses. Estamos contentos y arrebatados con el aire limpio, la comida y el sol. Allá al fondo entre los cerros morados brilla el Observatorio El Tololo. Más arriba, las estrellas que llegan más rato a colmar el cielo.

 

 

 

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