Luego de mucha insistencia de parte nuestra y de Clayton quien nos ha apoyado desde enero en toda la coordinación entre el observatorio, el municipio y nosotras; logramos que nos dieran permiso y apoyo técnico para hacer el cine en el balneario del río Renaico. Logramos traer a algunos vecinos de Tolpán para el estreno, se allegó gente del lugar y algunos de los que pasaron por el grupo de creación colectiva con quienes construimos todas las películas, también pudieron venir.
Se mostraron 4 películas de corrido:
-Lo que hace ruido
-Algo común
-Llamaradas de humo en el paisaje se observaban
-Oropel, manos de oro, trilla de barro
Al finalizar, conversamos sobre lo que vimos, de los procesos que estas películas tuvieron, del trabajo que hicimos juntos en Tolpán. Muchos se sorprendieron y algunos comentaron de la importancia de la empatía, del apoyo mutuo, de reencontrarnos y conocernos por nuestras diferencias, de respetarnos y aprender de nuestros antepasados, de nuestros vecinos. Fue difícil abrir un conversatorio cinematográfico como tal para comentar directamente las películas y hacer preguntas a los realizadores, pese a nuestro esfuerzo de introducción y algunos comentarios y preguntas nuestras que invitaran a reflexionar. Pero de igual manera, los elogios y opiniones generales se perfilaron un poco como una respuesta gatillada por el cine.
El balneario del río Renaico, frontera norte de la región de la Araucanía, entre dos puentes transitados constantemente día y noche por la industria maderera, un río que se está secando por una sobre-explotación que no se acomoda a las contingencias climáticas ni al aumento agroindustrial, plantaciones que no respetan la distancia a las riveras. El ruido aquí abunda y las bandas sonoras de las películas que vimos esta noche hacen más ruido, poniendo signo de interrogación a la nostalgia de un Renaico en el que sus trenes ya no transportan pasajeros de norte a sur, sino troncos talados de arboles exóticos; ya no abunda el agua en el río ni los pescadores ni las lavanderas ni la comunión de la gente con estas aguas que antes eran correntosas, hay aquí un pedregal con un riachuelo en el que los niños se siguen bañando con esa alegría única y auténtica. Los bosques nativos escasean, pero las hileras de eucaliptos y pinos se enfilan en el horizonte, así como lo imitan las eólicas y el agro envenenado. A pesar de todo, se que hay algo en los Renaiquinos que está inquieto por denunciar y hacerse respetar. La lucha es larga y solo se logrará en comunidad, siguiendo sueños para un bien común de forma independiente, desligada de toda ayuda humanitaria que las grandes industrias intentan imponer en la comunidad.