A mediados de marzo nos vimos obligadxs a paralizar nuestras labores y actividades con la comunidad por el covid-19. Esto nos impidió finalizar en el tiempo estipulado la gran mayoría de las acciones que veníamos planeando.
Lamentablemente por la pandemia tuvimos que dejar el territorio en el mes de abril, sin tener certeza en que mes retomaríamos las actividades.
Pasaron los meses, pero lejos de la región del Maule mantuvimos el contacto telefónico con gran parte de las personas con quienes trabajamos. La incertidumbre de cuando volver seguía presente.
El domingo recién pasado, 15 de noviembre, después de siete meses, hemos retornado para continuar y retomar los trabajos en el lugar. Nos resultó difícil encontrar nuevamente donde hospedar ya que, si bien ha disminuido la taza de contagios en el país y esta región, el riesgo de contagiarse aún está vigente y de igual manera el miedo en la población.
Hemos visitado el lugar donde nos hospedamos en el verano, en el cual vivimos dos meses abastecidos de agua por camiones aljibe, estuvimos rodeados de un entorno completamente seco, animales muertos y chacras perdidas por la sequía y el saqueo del agua. Nos hemos sorprendido gratamente al recorrer nuevamente la localidad con una gran cantidad de frondosos árboles sobre un manto verde que da la impresión de que la sequía que presenciamos en el verano ha acabado. Esperemos no vuelva este año.