Cada semana, puntualmente, llegan lxs adultxs mayores a sentarse a la mesa para conversar y trabajar. En esta oportunidad llegaron además mujeres más jóvenes acompañando a sus madres. Mientras esperamos que lleguen más personas, tomamos mate y nos servimos pan amasado con mermelada que la señora Cristina trajo para compartir.
Tal como lo habíamos pedido la clase pasada, les pedimos que dejaran sus objetos valiosos sobre la mesa para iniciar la actividad. Distinguimos una plancha a carbón, una muñeca, aros, un llavero, una radio portátil, un azucarero, entre otros. Les preguntamos sobre éstos: ¿De donde vienen? ¿Qué tan valioso es? Solas comenzaron a relatar la historia de sus objetos personales, todas escuchamos y preguntamos con curiosidad más sobre aquellos.
Mientras recordamos el pasado, dispusimos lápices y hojas de block para dejar fluir la imaginación y crear un dibujo que tenga relación con el objeto presentado. En medio de la vergüenza y timidez, después de años sin practicar un dibujo, comenzaron a tirar líneas que al rato eran borradas con una goma. Había mucha duda a la hora de decidir que hacer, por lo mismo pedían ayuda o comentarios a sus compañeras. Todas aclaraban, entre la risa y la sinceridad, que eran pésimas dibujando desde niñas, que sólo dibujaban con “palitos”. Después de la incertidumbre, esclarecieron sus ideas y en silencio armaron su diseño, primero con lápiz de mina, después con un tiralíneas y finalmente con el coloreado.
Los resultados son magníficos, con mucho color, con mensajes escritos. La mayoría cuentan historias de cariño, familia, reunión, cosas positivas. Otros tocaban temas mas sensibles como el alcoholismo de un hijo o de la operación de una madre.
Cada clase con los abuel@s ha sido diferente. No hay conexión directa entre actividades desarrolladas. Si existe una conexión en escarbar en sus historias actuales y pasadas.