La semana pasada me reuní con la directiva de la Junta de Vecinos 20-01 de la población Santo Tomás, la más antigua del sector que lleva el mismo nombre. Fue ahí donde conocí a Grace Núñez, Ana Jara, Ana Núñez y Verónica Espinoza. En esa ocasión me presenté, les conté sobre la residencia artística que estamos realizando y las invité a participar de sus actividades, y en especial, a formar parte de la creación del documental que ya comenzamos a realizar junto a los vecinos de la Villa José Donoso. Ellas, luego de escucharme atentamente, me señalaron que les parecía interesante lo que podía surgir de una colaboración mutua entre los vecinos y nosotros, y comenzamos inmediatamente a esbozar algunas ideas para trabajar en conjunto. Como primera acción me invitaron a que conociera las actividades que se realizan en la sede vecinal semana a semana, y la primera de ellas a la cual asistí hoy, fue la distribución entre los vecinos de la mercadería enviada por la Red de Alimentos.
La Red de Alimentos es una organización privada sin fines de lucro que rescata alimentos y artículos de higiene descartados por supermercados y empresas productoras, pero aptos para consumo humano, y los distribuye entre diferentes organizaciones sociales a nivel nacional. Una de estas organizaciones es la Junta de Vecinos 20-01 de la población Santo Tomás, quienes reciben dos veces por semana los alimentos enviados por la Red para su distribución.
Grace, presidenta de la Junta de Vecinos, me cuenta que forman parte de esta organización hace ya tres años y que desde entonces han desarrollado un proceso de trabajo que ha permitido apoyar a cerca de 500 familias de la población, en la conformación de su canasta familiar mensual, y que con el tiempo han ido generando una red de apoyo al interior de la comunidad para ir haciendo cada vez más eficiente el proceso de distribución.
Durante mi permanencia en esta actividad pude observar cómo los miembros de la directiva y algunos vecinos voluntarios se encargan de recibir al camión con los alimentos, descargarlo, contabilizar y empaquetar todo lo recibido para luego distribuir los paquetes entre los vecinos, quienes a una hora acordada comienzan a llegar. La organización vecinal pide una pequeña cuota para solventar los gastos operativos de la actividad, y todo el proceso -entre que llega el camión y se entrega el último paquete- dura unas 4 o 5 horas.
Todo este proceso de distribución se realiza dos veces por semana y representa un esfuerzo no menor por parte de la directiva y los vecinos voluntarios, pues además de la gran cantidad de alimentos recibidos, embalados y distribuidos, deben llevar una contabilidad de todo el proceso ejecutado, así como una permanente comunicación con todos los vecinos beneficiarios.
Por mi parte, durante mi presencia en la distribución de los alimentos, pude aprovechar de conocer a otros vecinos de la población, conversar con ellos y familiarizarme con el entorno. Al final de la actividad quedo con la sensación de estar comenzando a develar una capa más profunda de este territorio, con una realidad tan distinta a lo que yo he experimentado en mi vida y que personalmente agradezco de estar conociendo y apreciando, pues intuyo en ella un intento comunitario de afianzar lazos de solidaridad y trabajo mancomunado por el bien del colectivo. Estos son los “espacios comunes” que con la ayuda de los vecinos y sus lecturas del territorio esperamos traducir y comunicar simbólicamente mediante un producto audiovisual.