BitácoraResidencias de arte colaborativo

Residencia: CH-60, las napas subterráneas y el metalero Panquehue, Valparaíso - 2019 Residente: Josefa Micaela Ruiz Caballero
Publicado: 3 de diciembre de 2019
Claudia, Víctor Hugo, Alejandra, Elizabeth, Francisco, Javier, Waquín y  Daniela

Primer acto

La perseverancia trae buena fortuna

 Se armó el grupo!

Nos juntamos 10 personas, de distintos sectores de Panquehue. Nos comprometidos a seguir los días martes, excepto los martes 24 y 31 de diciembre y en su lugar, nos veremos el lunes 23 y 30.

La mayoría quiere actuar y ya tenemos dos textos escritos, más algunas ideas de personajes. Nos imaginamos sumando sonidos y otros testimonios locales en la narración oral.

Conversamos de piedras del sector, de ideas históricas del territorio, de nuestra disponibilidad de tiempo, de lo importante que es juntarse a hacer. Estuvimos de acuerdo que era una manera de desafiar lo establecido y construir en conjunto.

Llegando al final del primer acto, nos dividimos en grupos pequeños para profundizar en formas de escritura, extraer personajes de los textos:  forma y contenido de lo que queremos actuar.

 

 Segundo acto

La voz

 Antes de empezar y todavía con el ejercicio anterior, Daniela me pide información sobre el texto de Claudia, para extraer personajes y situaciones.  Le sugiero leer el texto íntegro.  Alrededor de la mesa estaban Javier, Alejandra, Daniela y finalmente se incorpora Waquín.

Unos veinte minutos después, les sugerí empezar con otra serie de ejercicios.

 Nos organizamos otra vez en círculo y les propuse dos prácticas y que por la hora, eligiéramos, cuál hacer.

 Les comenté de la historia sensorial colectiva, donde a partir de un texto descriptivo, de comienzo del día, cada uno en forma sucesiva, continuara el relato y desde el aporte de datos sensoriales. Observando, las sensaciones que aparecían, en cada cuerpo y las resonancias, con el objeto o situaciones descritas.

Inmediatamente les comenté de un ejercicio realizado en la sesión anterior, recuerdo de música. La mayoría de los presentes, no lo conocían.  Víctor Hugo, pregunta que sí canta una canción contagiosa, el objetivo sería que el otro, no se distraiga, de su canto.

Efectivamente y que tú mismo, no dejes de transmitir, no te vayas de ese contagio, le respondí.

Javier, levanta su mano y dice que prefiere hacer este último.  El resto lo sigue.

Empezamos. Cada uno va incorporándose progresivamente. Empieza el coro diverso. Somos al unísono. Cada uno desde su recuerdo profundo. Entonamos y levantamos la voz. Transcurren melodías que no se detienen.

Minutos después, le doy un toque a Francisco en su rodilla, para indicarle, regresar a su silencio, y sucesivamente cada uno va apagando su voz. Se me ocurre dejar a Waquín de último, escuchar solamente su canto y ocurre lo inesperado. Empezamos a escuchar un canto profundo en creole. Solamente su voz. Quizás ancestral. Queríamos escucharlo. Empezó un viaje.

El canto sigue y Waquín se levanta de su silla y empieza a mover su cuerpo, por unos segundo, hasta que el silencio era también suyo. La obra empieza a gestarse.

Elizabeth, me confesó después, que había sido como mágico.

El ejercicio lo terminamos.

Antes de irnos, comentamos cada uno de los sonidos de Panquehue. Apareció el tren, los arbustos movidos por el viento, el sonido del río, la sirena de los bomberos,  la carretera, a veces ruidosa, el canto del pájaro.

 

Ya son cerca de las diez y decidimos irnos.

 

 

 

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